domingo, 24 de noviembre de 2013

Martín Fierro

Primera parte: "La Ida" Martín Fierro, el gaucho, nos va a contar con sincera nostalgia la vida feliz que antaño llevaba en la pampa y la inicia no con el grandilocuente verso homérico de "Canta musa, la cólera de Aquiles"… sino con un auténtico rapsoda del pueblo al que van destinadas sus cuitas y lamentos: "Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela…" en el canto II comienza el relato propiamente novelesco del poema, concretamente al llegar la cuarta estrofa: la leva lleva al gaucho del hogar a "la frontera", a la tierra de indios. En el canto III asistimos a la vida miserable que sufre nuestro protagonista en su nuevo destino. La guerra con el indio se halla erizada de peligros sin cuento, hasta el punto de que el gaucho decide huir (canto IV y V). La continua huída va a durar tres años, sembrado de penalidades sin cuento. Pobre y desnudo, regresa a su rancho, que ha sido destruido y ha de refugiarse en una cueva. Las penalidades no han terminado: en el canto VII Fierro sufre persecución al ser considerado un vago. Entonces se revela y se torna "malo", frecuenta las "pulperías", se emborracha y, pendenciero, en una pelea mata a un negro. En el canto VIII, la policía lo persigue. Exhausto, pero valiente, lucha hasta la extenuación, hasta conseguir la admiración del sargento de policía Cruz, en el canto IX lo escucha con atención y, compadecido de él, le cuenta a su vez, su historia; y así ambos, por ser dos almas gemelas, deciden marchar a tierra de indios. Así se llega al canto XIII, con el que finaliza la primera parte. Hernández, por boca de su protagonista, anuncia "romper la guitarra para no volverla a templar". En la última estrofa se encierra toda la protesta y denuncia socio-política: "…que referí ansí a mi modo / males que conocen todos / pero que naides contó". Segunda parte: "La Vuelta" La segunda parte abre también con una pequeña introducción. Se trata de una novela rimada con ecos de poema épico. José Hernández sabía que la fama de su personaje corría de boca en boca, a semejanza de lo que Sancho dice en relación a su amo en la segunda parte del Quijote (1 y 2). Narración de las aventuras de Cruz y Fierro en la tierra de indios, fiestas y bailes de los mismos, postura ante los prisioneros. En el canto 3 aparece una poesía sentenciosa junto al treno y la lamentación continuada. Una resignación sin esperanza, un estoicismo ilustrado con metáforas encadenadas. Menos mal que el lamento es el mejor lenitivo para todos los males. Las lamentaciones se cortan y volvemos a enfrentarse con el indio y conocemos la vida de prisioneros de Cruz y Fierro. En los cantos 4 al 6 se nos describen las costumbres indias, muchas de ellas bárbaras y salvajes, singularmente las de los hombres que maltratan a sus mujeres cuales aparecen como sufridas y abnegadas. En el canto 6, Cruz muere de viruelas. Encomienda a Fierro a su hijo porque ya no tiene tampoco madre. Hasta ese momento no sabíamos que cruz tenía un hijo, y es quizá para un hombre que siempre se halla en escenarios bélicos, el pensar que podía tener una familia le quitaba toda la dureza de su carácter. En el canto 8, tras enterrar a Cruz y llorarle, Fierro se ve envuelto en un terrible duelo con un salvaje que maltrata a una prisionera blanca. Después logra huir con ella, no sin antes asistir a una de las escenas más tiernas y a la vez duras del poema: el indio golpea brutalmente a la mujer y le arranca a su hijo de los brazos, acto seguido lo degüella… ¡para amarrarle después las manos con las propias tripas de su hijo! En los cantos 9 y 10 Fierro y su compañera sepultan al niño despedazado, tras matar al indio y enterrarlo en un "pajonal", a fin de que la tribu tarde en encontrarlo; después marchan a "tierra de cristianos". Cuando llegan, Fierro se despide de la mujer y cada cual parte por su lado. Tres años han pasado en duro peregrinaje y cinco con los indios cautivo. Las autoridades ya no se acuerdan de sus delitos. Entonces aparecen los hijos de nuestro protagonista, a los que les cuesta identificarle, porque "venía muy aindiado y muy viejo". En el canto 12, el hijo mayor cuenta su estancia en la cárcel; en el 13 el hijo segundo narra asimismo su historia. Se nos da a conocer un nuevo personaje: el viejo Viscacha, a quien se le encomendó el hijo más pequeño hasta que tuviera edad para gozar de la herencia. El carácter y las acciones de Viscacha se nos narran en los cantos 14 y 15. En el canto 16 fallece Viscacha y es enterrado (canto 17 y 18). La obsesión por el viejo Viscacha, que tanto hiciera sufrir al hijo segundo, se nos explica con detalle. En el canto 20 aparece Picardía, que explica su azarosa vida picaresca (cantos 21 a 28). ¡Finalmente descubrimos que Picardía as el hijo de Cruz! Aparece a continuación el Moreno, nada menos que el hermano menor del negro que injustamente mató Martín Fierro (canto 29 a 31). Por último, Martín Fierro (transposición del autor) da una serie de consejos a sus dos hijos. Estos, junto con Picardía, se despiden, no sin antes decidir cambiar de nombre. En la penúltima estrofa se nos devela el mensaje del autor al proponerse escribir la segunda parte de la obra: "es el tiempo de olvidar antiguas rencillas, tiempo es de trabajar por un futuro". El propio José Hernández se dirige a los lectores con el convencimiento de que su poema a de pasar a la posteridad y de que todo él encierra una enseñanza. Personajes secundarios Cruz Es también gaucho como Fierro, pero ha ingresado en la policía gracias a un amigo que le debía una "deuda de sangre"; aparece como una especie de "doble" de aquel, pero no le anula. Su nombre ya es un símbolo: sufrimiento, muerte, castigo, purga en la vida de acciones pasadas… y por "la forma de firmar"… ¡con una cruz! como analfabeto. Actúa como complemento y desdoblamiento de nuestro héroe, que clama incluso con mayor fuerza que este contra la injusticia de los que mandan. En la segunda parte lucha fieramente a lado de Fierro contra los indios: cree que va a morir, pero no es así hasta que le sobreviene el final, no en la lucha, sino tras cuidar a un indígena. Más humano que nunca, cae también él gravemente enfermo y encomienda con la mayor ternura un hijito a Fierro, desapareciendo para siempre. El hijo mayor de Martín Fierro. Se nos presenta como un ex presidiario que ha ido a la cárcel injustamente, a la manera de El Proceso, de Kafka. El hijo mayor acusa y de él se vale José Hernández para lanzar un último ataque contra la justicia y el sistema penitenciario. En él están simbolizados no sólo todos los perseguidos injustamente, sino todos los que se hallen encerrados en la cárcel de su propia existencia (angustia existencial). El hijo segundo. Se relaciona con Picardía, hijo de Cruz, y es un digno continuador de la gloria picaresca española. Trasciende de él un sentido humano de inocencia gracias a él se introduce en la obra un personaje de la riqueza argumental del viejo Viscacha. Una mujer (la tía) le recoge y le mima, y le deja una herencia gracias a la cual este hijo segundo entra en contacto con gente más refinada que los gauchos. La semejanza con los pícaros se halla muy lograda, ya que el muchacho vagabundo va de mano en mano y pasa "hambre viva" en casa del avaro Viscacha. Como en el caso de Picardía, su forma de vivir se halla determinada por las circunstancias. Picardía. Hijo de Cruz, su nombre lo dice todo, narra sus aventuras sus detalles de humor que suavizan la tragedia del hijo mayor. Vizcacha. Viejo astuto y avaro que ha vivido siempre en el campo. Viscacha recuerda con su nombre al de una clase de roedor que vive en las madrigueras (una "vizcacha"). Es viudo por haber matado a su mujer de un golpe por haberle dado un "mate frío", pero el remordimiento no lo dejará ya en paz. Avaro, celoso o maniático, el hijo de Fierro deberá dormir fuera de su covacha, a la serena, con el cuerpo medio desnudo. Viscacha da al muchacho unos consejos, auténtica norma de vida para el pícaro que ha de desplegar la astucia, el engaño, el disimulo y la misoginia para sobrevivir en un mundo donde el hombre es lobo para el hombre. El Moreno o "Negro de la Payada". Contrasta con los otros personajes sobre todo por el color. Se trata de un vengador de ofensa legal (venganza de la sangre) por ser pariente del muerto, pero no consuma la venganza, porque en la segunda parte ha llegado la hora del perdón y el olvido para las viejas ofensas. Su figura es interesante desde el punto de vista técnico y estilístico por introducir la payada, y con ella el poema incorpora uno de los elementos corrientes en la poesía gauchesca. El enfrentamiento entre negro y blanco es explicado por algunos como intención de tipo racial. El gaucho siente con orgullo la indiferencia hacia el color y si este orgullo lo separa del "pueblero" (aquí con mucho de defensa), también lo hace del indio y el negro. Las mujeres Se ha dicho que el Martín Fierro es un poema de hombres, lo cual no obsta para que la mujer se halle presente en él, tanto de forma individual como colectiva, en los distintos cantos de las dos partes. La primera que nos presenta el poema es la esposa de Fierro. No posee nombre concreto y sale en él de forma episódica sin que sepamos nada ni de su rostro ni de sus formas… "una de tantas". Al marchar Martín Fierro, ella también marcha "con no se qué gavilán", y Fierro la disculpa e incluso le desea suerte. La segunda es la del negro a quien un día, estando Fierro borracho, la insulta y se mete con ella hasta que la pelea inevitable termina con la muerte del negro. Fierro pretende entonces continuar su atropello, pero reflexiona y, por respeto, desaparece con gran remordimiento. Cuando Cruz acaba de unir su vida a la del gaucho aventurero, aparece de nuevo la mujer, que si es buena puede ser de gran alivio para el compañero. Sin embargo, la de Cruz, a la que primero se pondera, termina, como la de Fierro, abandonándole por el comandante de la milicia. La misoginia de ambos hombres es pues justificable. Misoginia que se repite en el baile del gaucho (canto XI), en donde, además de una que le provoca, otras se burlan de él. Llegamos con ello a la Vuelta. Las primeras mujeres que se nos presentan son las indias. Martín no tiene más que elogios para ellas. Son también mujeres sin rostro: piadosas, diligentes y sufridas en los trabajos. Sufren pacientes bajo el duro yugo del marido que es su tirano y su señor, y que "ni sabe lo que es amar". Con las indias contrasta el retrato de la "china vieja" que culpa a un "gringuito" cautivo de ser el causante de la viruela negra. Es una mujer maléfica y supersticiosa. El episodio de la mujer cautiva produce el retrato más tierno de mujer del Martín Fierro, así como las trágicas escenas de las que es protagonista: mujer buena con su hijito contrapuesto al de la "china mala" que desencadena el drama. Gracias a la entereza de la cautiva, que pierde a su hijo degollado, Fierro recupera el instinto de pelea. Mujer valiente, Posee toda la cautela propia de la feminidad y sabe sobreponerse al dolor y ayudar a Fierro cuando es atacado por el indio y cae debajo de él sin poder volverse. Hernández hace que Fierro bendiga a Dios por haber puesto en aquella mujer la "juerza que en un varón / tal vez no pudiera haber". Muerto el indio, se produce la huída de Fierro y la mujer. Nada se nos dice en cuanto si ha habido relaciones más íntimas entre el protagonista y la cautiva. El autor es todo discreción y hace que Fierro, convertido en auténtico paladín, no necesite descender a situaciones más prosaicas… Por último se hallan: la tía que, recoge al segundo hijo de Fierro, lo mima y lo hace su heredero. Es una mujer con auténtico buen corazón y carácter maternal; y en contraste con la amable figura de la tía, está la curandera, auténtica parca, que visita a Viscacha viejo y enfermo. La viuda de la que se enamora el segundo hijo de Fierro. De la viuda su conducta, nada sabemos, mujer esquiva de la cual anda locamente enamorado el muchacho, no puede consumar su unión porque aquella es fiel a la memoria de su marido. Unas tías que recogen al hijo de Cruz para que no ande suelto y desamparado, buenas mujeres, aunque unas beatorras de cuidado y, contrastando, la mulata que se "pega" al lado de Picardía, primero como ángel de la guarda, después como pícara tentadora del muchacho. Apodada "la parda, tenía los ojos como refocilo"… Finalmente, la alusión que hace el Moreno a su sufrida madre que tuvo diez hijos… En 1872 sale “El gaucho Martín Fierro”. Siete años más tarde, en 1879, se editaría la segunda parte de esta obra: “La vuelta de Martín Fierro”. El discurso ideológico “El gaucho Martín Fierro”. Critica la situación de pobreza en la población rural de bajos recursos. Denuncia un tratamiento brutal hacia los gauchos que los arroja fuera de la ley y los transforma en delincuentes. Los conflictos se resuelven a punta de lanza. Se marca el enfrentamiento social. “La vuelta de Martín Fierro”. Resume los lineamientos para su integración definitiva y la mejora de su condición de vida. Apela al pacto y, en tono didáctico y ejemplar, reclama un programa social que promueva en el gaucho la aceptación de la Ley Única a cambio del pleno ejercicio de sus derechos como ciudadano. Los conflictos hallan su remedio en la palabra. Se observa el pasaje del enfrentamiento a la conciliación social. Diferencia entre literatura gauchesca y gaucha La poesía oral anónima cantada con acompañamiento de guitarra por payadores o gauchos que alternaban sus versos es la poesía gaucha. La gauchesca es la que escriben los intelectuales adoptando el estilo y los temas de los payadores y reelaboran su lengua con fines estéticos. En el género gauchesco la voz del que escribe se apropia de la del gaucho, de los tonos de desafío y lamento, representan la identidad nacional. Definición de gaucho El gaucho argentino era un hombre errante sin trabajo y que en general escapaba de la justicia. El termino gaucho deriva de la voz quechua huachu que quiere decir “huérfano” y que los españoles ampliaron con el significado de “vagabundo”. Los portugueses comenzaron a usar la palabra gaúcho en el sentido de malhechor. Ambos términos remiten a valoraciones negativas. Un gaucho tendrá una doble condición: por un lado, huérfano, es decir sin familia; y por otro lado malhechor, es decir un perseguido por sus malas acciones.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

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LA INCREÍBLE Y TRISTE HISTORIA DE LA CÁNDIDA ERÉNDIDA Y DE SU ABUELA DESALMADA DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS

martes, 24 de septiembre de 2013

MARTIN FIERRO RESUMEN

Primera parte: "La Ida" Martín Fierro, el gaucho, nos va a contar con sincera nostalgia la vida feliz que antaño llevaba en la pampa y la inicia no con el grandilocuente verso homérico de "Canta musa, la cólera de Aquiles"… sino con un auténtico rapsoda del pueblo al que van destinadas sus cuitas y lamentos: "Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela…" en el canto II comienza el relato propiamente novelesco del poema, concretamente al llegar la cuarta estrofa: la leva lleva al gaucho del hogar a "la frontera", a la tierra de indios. En el canto III asistimos a la vida miserable que sufre nuestro protagonista en su nuevo destino. La guerra con el indio se halla erizada de peligros sin cuento, hasta el punto de que el gaucho decide huir (canto IV y V). La continua huída va a durar tres años, sembrado de penalidades sin cuento. Pobre y desnudo, regresa a su rancho, que ha sido destruido y ha de refugiarse en una cueva. Las penalidades no han terminado: en el canto VII Fierro sufre persecución al ser considerado un vago. Entonces se revela y se torna "malo", frecuenta las "pulperías", se emborracha y, pendenciero, en una pelea mata a un negro. En el canto VIII, la policía lo persigue. Exhausto, pero valiente, lucha hasta la extenuación, hasta conseguir la admiración del sargento de policía Cruz, en el canto IX lo escucha con atención y, compadecido de él, le cuenta a su vez, su historia; y así ambos, por ser dos almas gemelas, deciden marchar a tierra de indios. Así se llega al canto XIII, con el que finaliza la primera parte. Hernández, por boca de su protagonista, anuncia "romper la guitarra para no volverla a templar". En la última estrofa se encierra toda la protesta y denuncia socio-política: "…que referí ansí a mi modo / males que conocen todos / pero que naides contó". Segunda parte: "La Vuelta" La segunda parte abre también con una pequeña introducción. Se trata de una novela rimada con ecos de poema épico. José Hernández sabía que la fama de su personaje corría de boca en boca, a semejanza de lo que Sancho dice en relación a su amo en la segunda parte del Quijote (1 y 2). Narración de las aventuras de Cruz y Fierro en la tierra de indios, fiestas y bailes de los mismos, postura ante los prisioneros. En el canto 3 aparece una poesía sentenciosa junto al treno y la lamentación continuada. Una resignación sin esperanza, un estoicismo ilustrado con metáforas encadenadas. Menos mal que el lamento es el mejor lenitivo para todos los males. Las lamentaciones se cortan y volvemos a enfrentarse con el indio y conocemos la vida de prisioneros de Cruz y Fierro. En los cantos 4 al 6 se nos describen las costumbres indias, muchas de ellas bárbaras y salvajes, singularmente las de los hombres que maltratan a sus mujeres cuales aparecen como sufridas y abnegadas. En el canto 6, Cruz muere de viruelas. Encomienda a Fierro a su hijo porque ya no tiene tampoco madre. Hasta ese momento no sabíamos que cruz tenía un hijo, y es quizá para un hombre que siempre se halla en escenarios bélicos, el pensar que podía tener una familia le quitaba toda la dureza de su carácter. En el canto 8, tras enterrar a Cruz y llorarle, Fierro se ve envuelto en un terrible duelo con un salvaje que maltrata a una prisionera blanca. Después logra huir con ella, no sin antes asistir a una de las escenas más tiernas y a la vez duras del poema: el indio golpea brutalmente a la mujer y le arranca a su hijo de los brazos, acto seguido lo degüella… ¡para amarrarle después las manos con las propias tripas de su hijo! En los cantos 9 y 10 Fierro y su compañera sepultan al niño despedazado, tras matar al indio y enterrarlo en un "pajonal", a fin de que la tribu tarde en encontrarlo; después marchan a "tierra de cristianos". Cuando llegan, Fierro se despide de la mujer y cada cual parte por su lado. Tres años han pasado en duro peregrinaje y cinco con los indios cautivo. Las autoridades ya no se acuerdan de sus delitos. Entonces aparecen los hijos de nuestro protagonista, a los que les cuesta identificarle, porque "venía muy aindiado y muy viejo". En el canto 12, el hijo mayor cuenta su estancia en la cárcel; en el 13 el hijo segundo narra asimismo su historia. Se nos da a conocer un nuevo personaje: el viejo Viscacha, a quien se le encomendó el hijo más pequeño hasta que tuviera edad para gozar de la herencia. El carácter y las acciones de Viscacha se nos narran en los cantos 14 y 15. En el canto 16 fallece Viscacha y es enterrado (canto 17 y 18). La obsesión por el viejo Viscacha, que tanto hiciera sufrir al hijo segundo, se nos explica con detalle. En el canto 20 aparece Picardía, que explica su azarosa vida picaresca (cantos 21 a 28). ¡Finalmente descubrimos que Picardía as el hijo de Cruz! Aparece a continuación el Moreno, nada menos que el hermano menor del negro que injustamente mató Martín Fierro (canto 29 a 31). Por último, Martín Fierro (transposición del autor) da una serie de consejos a sus dos hijos. Estos, junto con Picardía, se despiden, no sin antes decidir cambiar de nombre. En la penúltima estrofa se nos devela el mensaje del autor al proponerse escribir la segunda parte de la obra: "es el tiempo de olvidar antiguas rencillas, tiempo es de trabajar por un futuro". El propio José Hernández se dirige a los lectores con el convencimiento de que su poema a de pasar a la posteridad y de que todo él encierra una enseñanza. Personajes secundarios Cruz Es también gaucho como Fierro, pero ha ingresado en la policía gracias a un amigo que le debía una "deuda de sangre"; aparece como una especie de "doble" de aquel, pero no le anula. Su nombre ya es un símbolo: sufrimiento, muerte, castigo, purga en la vida de acciones pasadas… y por "la forma de firmar"… ¡con una cruz! como analfabeto. Actúa como complemento y desdoblamiento de nuestro héroe, que clama incluso con mayor fuerza que este contra la injusticia de los que mandan. En la segunda parte lucha fieramente a lado de Fierro contra los indios: cree que va a morir, pero no es así hasta que le sobreviene el final, no en la lucha, sino tras cuidar a un indígena. Más humano que nunca, cae también él gravemente enfermo y encomienda con la mayor ternura un hijito a Fierro, desapareciendo para siempre. El hijo mayor de Martín Fierro. Se nos presenta como un ex presidiario que ha ido a la cárcel injustamente, a la manera de El Proceso, de Kafka. El hijo mayor acusa y de él se vale José Hernández para lanzar un último ataque contra la justicia y el sistema penitenciario. En él están simbolizados no sólo todos los perseguidos injustamente, sino todos los que se hallen encerrados en la cárcel de su propia existencia (angustia existencial). El hijo segundo. Se relaciona con Picardía, hijo de Cruz, y es un digno continuador de la gloria picaresca española. Trasciende de él un sentido humano de inocencia gracias a él se introduce en la obra un personaje de la riqueza argumental del viejo Viscacha. Una mujer (la tía) le recoge y le mima, y le deja una herencia gracias a la cual este hijo segundo entra en contacto con gente más refinada que los gauchos. La semejanza con los pícaros se halla muy lograda, ya que el muchacho vagabundo va de mano en mano y pasa "hambre viva" en casa del avaro Viscacha. Como en el caso de Picardía, su forma de vivir se halla determinada por las circunstancias. Picardía. Hijo de Cruz, su nombre lo dice todo, narra sus aventuras sus detalles de humor que suavizan la tragedia del hijo mayor. Vizcacha. Viejo astuto y avaro que ha vivido siempre en el campo. Viscacha recuerda con su nombre al de una clase de roedor que vive en las madrigueras (una "vizcacha"). Es viudo por haber matado a su mujer de un golpe por haberle dado un "mate frío", pero el remordimiento no lo dejará ya en paz. Avaro, celoso o maniático, el hijo de Fierro deberá dormir fuera de su covacha, a la serena, con el cuerpo medio desnudo. Viscacha da al muchacho unos consejos, auténtica norma de vida para el pícaro que ha de desplegar la astucia, el engaño, el disimulo y la misoginia para sobrevivir en un mundo donde el hombre es lobo para el hombre. El Moreno o "Negro de la Payada". Contrasta con los otros personajes sobre todo por el color. Se trata de un vengador de ofensa legal (venganza de la sangre) por ser pariente del muerto, pero no consuma la venganza, porque en la segunda parte ha llegado la hora del perdón y el olvido para las viejas ofensas. Su figura es interesante desde el punto de vista técnico y estilístico por introducir la payada, y con ella el poema incorpora uno de los elementos corrientes en la poesía gauchesca. El enfrentamiento entre negro y blanco es explicado por algunos como intención de tipo racial. El gaucho siente con orgullo la indiferencia hacia el color y si este orgullo lo separa del "pueblero" (aquí con mucho de defensa), también lo hace del indio y el negro. Las mujeres Se ha dicho que el Martín Fierro es un poema de hombres, lo cual no obsta para que la mujer se halle presente en él, tanto de forma individual como colectiva, en los distintos cantos de las dos partes. La primera que nos presenta el poema es la esposa de Fierro. No posee nombre concreto y sale en él de forma episódica sin que sepamos nada ni de su rostro ni de sus formas… "una de tantas". Al marchar Martín Fierro, ella también marcha "con no se qué gavilán", y Fierro la disculpa e incluso le desea suerte. La segunda es la del negro a quien un día, estando Fierro borracho, la insulta y se mete con ella hasta que la pelea inevitable termina con la muerte del negro. Fierro pretende entonces continuar su atropello, pero reflexiona y, por respeto, desaparece con gran remordimiento. Cuando Cruz acaba de unir su vida a la del gaucho aventurero, aparece de nuevo la mujer, que si es buena puede ser de gran alivio para el compañero. Sin embargo, la de Cruz, a la que primero se pondera, termina, como la de Fierro, abandonándole por el comandante de la milicia. La misoginia de ambos hombres es pues justificable. Misoginia que se repite en el baile del gaucho (canto XI), en donde, además de una que le provoca, otras se burlan de él. Llegamos con ello a la Vuelta. Las primeras mujeres que se nos presentan son las indias. Martín no tiene más que elogios para ellas. Son también mujeres sin rostro: piadosas, diligentes y sufridas en los trabajos. Sufren pacientes bajo el duro yugo del marido que es su tirano y su señor, y que "ni sabe lo que es amar". Con las indias contrasta el retrato de la "china vieja" que culpa a un "gringuito" cautivo de ser el causante de la viruela negra. Es una mujer maléfica y supersticiosa. El episodio de la mujer cautiva produce el retrato más tierno de mujer del Martín Fierro, así como las trágicas escenas de las que es protagonista: mujer buena con su hijito contrapuesto al de la "china mala" que desencadena el drama. Gracias a la entereza de la cautiva, que pierde a su hijo degollado, Fierro recupera el instinto de pelea. Mujer valiente, Posee toda la cautela propia de la feminidad y sabe sobreponerse al dolor y ayudar a Fierro cuando es atacado por el indio y cae debajo de él sin poder volverse. Hernández hace que Fierro bendiga a Dios por haber puesto en aquella mujer la "juerza que en un varón / tal vez no pudiera haber". Muerto el indio, se produce la huída de Fierro y la mujer. Nada se nos dice en cuanto si ha habido relaciones más íntimas entre el protagonista y la cautiva. El autor es todo discreción y hace que Fierro, convertido en auténtico paladín, no necesite descender a situaciones más prosaicas… Por último se hallan: la tía que, recoge al segundo hijo de Fierro, lo mima y lo hace su heredero. Es una mujer con auténtico buen corazón y carácter maternal; y en contraste con la amable figura de la tía, está la curandera, auténtica parca, que visita a Viscacha viejo y enfermo. La viuda de la que se enamora el segundo hijo de Fierro. De la viuda su conducta, nada sabemos, mujer esquiva de la cual anda locamente enamorado el muchacho, no puede consumar su unión porque aquella es fiel a la memoria de su marido. Unas tías que recogen al hijo de Cruz para que no ande suelto y desamparado, buenas mujeres, aunque unas beatorras de cuidado y, contrastando, la mulata que se "pega" al lado de Picardía, primero como ángel de la guarda, después como pícara tentadora del muchacho. Apodada "la parda, tenía los ojos como refocilo"… Finalmente, la alusión que hace el Moreno a su sufrida madre que tuvo diez hijos…

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Aquí pueden descargar el MARTÍN FIERRO "EL FIN" DE BORGES El fin (Artificios, 1944; Ficciones, 1944) Recabarren, tendido, entreabrió los ojos y vio el oblicuo cielo raso de junco. De la otra pieza le llegaba un rasgueo de guitarra, una suerte de pobrísimo laberinto que se enredaba y desataba infinitamente… Recobró poco a poco la realidad, las cosas cotidianas que ya no cambiaría nunca por otras. Miró sin lástima su gran cuerpo inútil, el poncho de lana ordinaria que le envolvía las piernas. Afuera, más allá de los barrotes de la ventana, se dilataban la llanura y la tarde; había dormido, pero aun quedaba mucha luz en el cielo. Con el brazo izquierdo tanteó dar con un cencerro de bronce que había al pie del catre. Una o dos veces lo agitó; del otro lado de la puerta seguían llegándole los modestos acordes. El ejecutor era un negro que había aparecido una noche con pretensiones de cantor y que había desafiado a otro forastero a una larga payada de contrapunto. Vencido, seguía frecuentando la pulpería, como a la espera de alguien. Se pasaba las horas con la guitarra, pero no había vuelto a cantar; acaso la derrota lo había amargado. La gente ya se había acostumbrado a ese hombre inofensivo. Recabarren, patrón de la pulpería, no olvidaría ese contrapunto; al día siguiente, al acomodar unos tercio de yerba, se le había muerto bruscamente el lado derecho y había perdido el habla. A fuerza de apiadarnos de las desdichas de los héroes de la novelas concluímos apiadándonos con exceso de las desdichas propias; no así el sufrido Recabarren, que aceptó la parálisis como antes había aceptado el rigor y las soledades de América. Habituado a vivir en el presente, como los animales, ahora miraba el cielo y pensaba que el cerco rojo de la luna era señal de lluvia. Un chico de rasgos aindiados (hijo suyo, tal vez) entreabrió la puerta. Recabarren le preguntó con los ojos si había algún parroquiano. El chico, taciturno, le dijo por señas que no; el negro no cantaba. El hombre postrado se quedó solo; su mano izquierda jugó un rato con el cencerro, como si ejerciera un poder. La llanura, bajo el último sol, era casi abstracta, como vista en un sueño. Un punto se agitó en el horizonte y creció hasta ser un jinete, que venía, o parecía venir, a la casa. Recabarren vio el chambergo, el largo poncho oscuro, el caballo moro, pero no la cara del hombre, que, por fin, sujetó el galope y vino acercándose al trotecito. A unas doscientas varas dobló. Recabarren no lo vio más, pero lo oyó chistar, apearse, atar el caballo al palenque y entrar con paso firme en la pulpería. Sin alzar los ojos del instrumento, donde parecía buscar algo, el negro dijo con dulzura: —Ya sabía yo, señor, que podía contar con usted. El otro, con voz áspera, replicó: —Y yo con vos, moreno. Una porción de días te hice esperar, pero aquí he venido. Hubo un silencio. Al fin, el negro respondió: —Me estoy acostumbrando a esperar. He esperado siete años. El otro explicó sin apuro: —Más de siete años pasé yo sin ver a mis hijos. Los encontré ese día y no quise mostrarme como un hombre que anda a las puñaladas. —Ya me hice cargo —dijo el negro—. Espero que los dejó con salud. El forastero, que se había sentado en el mostrador, se rió de buena gana. Pidió una caña y la paladeó sin concluirla. —Les di buenos consejos —declaró—, que nunca están de más y no cuestan nada. Les dije, entre otras cosas, que el hombre no debe derramar la sangre del hombre. Un lento acorde precedió la respuesta de negro: —Hizo bien. Así no se parecerán a nosotros. —Por lo menos a mí —dijo el forastero y añadió como si pensara en voz alta—: Mi destino ha querido que yo matara y ahora, otra vez, me pone el cuchillo en la mano. El negro, como si no lo oyera, observó: —Con el otoño se van acortando los días. —Con la luz que queda me basta —replicó el otro, poniéndose de pie. Se cuadró ante el negro y le dijo como cansado: —Dejá en paz la guitarra, que hoy te espera otra clase de contrapunto. Los dos se encaminaron a la puerta. El negro, al salir, murmuró: —Tal vez en éste me vaya tan mal como en el primero. El otro contestó con seriedad: —En el primero no te fue mal. Lo que pasó es que andabas ganoso de llegar al segundo. Se alejaron un trecho de las casas, caminando a la par. Un lugar de la llanura era igual a otro y la luna resplandecía. De pronto se miraron, se detuvieron y el forastero se quitó las espuelas. Ya estaban con el poncho en el antebrazo, cuando el negro dijo: —Una cosa quiero pedirle antes que nos trabemos. Que en este encuentro ponga todo su coraje y toda su maña, como en aquel otro de hace siete años, cuando mató a mi hermano. Acaso por primera vez en su diálogo, Martín Fierro oyó el odio. Su sangre lo sintió como un acicate. Se entreveraron y el acero filoso rayó y marcó la cara del negro. Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música… Desde su catre, Recabarren vio el fin. Una embestida y el negro reculó, perdió pie, amagó un hachazo a la cara y se tendió en una puñalada profunda, que penetró en el vientre. Después vino otra que el pulpero no alcanzó a precisar y Fierro no se levantó. Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre. Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874) (El Aleph (1949) I'm looking for the face I had Before the world was made. Yeats: The Winding Stair. El seis de febrero de 1829, los montoneros que, hostigados ya por Lavalle, marchaban desde el Sur para incorporarse a las divisiones de López, hicieron alto en una estancia cuyo nombre ignoraban, a tres o cuatro leguas del Pergamino; hacia el alba, uno de los hombres tuvo una pesadilla tenaz: en la penumbra del galpón, el confuso grito despertó a la mujer que dormía con él. Nadie sabe lo que soñó, pues al otro día, a las cuatro, los montoneros fueron desbaratados por la caballería de Suárez y la persecución duró nueve leguas, hasta los pajonales ya lóbregos, y el hombre pereció en una zanja, partido el cráneo por un sable de las guerras del Perú y del Brasil. La mujer se llamaba Isidora Cruz; el hijo que tuvo recibió el nombre de Tadeo Isidoro. Mi propósito no es repetir su historia. De los días y noches que la componen, sólo me interesa una noche; del resto no referiré sino lo indispensable para que esa noche se entienda. La aventura consta en un libro insigne; es decir, en un libro cuya materia puede ser todo para todos (1 Corintios 9:22), pues es capaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversiones. Quienes han comentado, y son muchos, la historia de Tadeo Isidoro, destacan el influjo de la llanura sobre su formación, pero gauchos idénticos a él nacieron y murieron en las selváticas riberas del Paraná y en las cuchillas orientales. Vivió, eso sí, en un mundo de barbarie monótona. Cuando, en 1874, murió de una viruela negra, no había visto jamás una montaña ni un pico de gas ni un molino. Tampoco una ciudad. En 1849, fue a Buenos Aires con una tropa del establecimiento de Francisco Xavier Acevedo; los troperos entraron en la ciudad para vaciar el cinto: Cruz, receloso, no salió de una fonda en el vecindario de los corrales. Pasó ahí muchos días, taciturno, durmiendo en la tierra, mateando, levantándose al alba y recogiéndose a la oración. Comprendió (más allá de las palabras y aun del entendimiento) que nada tenía que ver con él la ciudad. Uno de los peones, borracho, se burló de él. Cruz no le replicó, pero en las noches del regreso, junto al fogón, el otro menudeaba las burlas, y entonces Cruz (que antes no había demostrado rencor, ni siquiera disgusto) lo tendió de una puñalada Prófugo, hubo de guarecerse en un fachinal: noches después, el grito de un chajá le advirtió que lo había cercado la policía. Probó el cuchillo en una mata: poro que no le estorbaran en la de a pie, se quitó las espuelas. Prefirió pelear a entregarse. Fue herido en el antebrazo, en el hombro, en la mano izquierda; malhirió a los más bravos de la partida; cuando la sangre le corrió entre los dedos, peleó con más coraje que nunca; hacia el alba, mareado por la pérdida de sangre, lo desarmaron. El ejército, entonces, desempeñaba una función penal; Cruz fue destinado a un fortín de la frontera Norte. Como soldado raso, participó en las guerras civiles; a veces combatió por su provincia natal, a veces en contra. El veintitrés de enero de 1856, en las Lagunas de Cardoso, fue uno de los treinta cristianos que, al mando del sargento mayor Eusebio Laprida, pelearon contra doscientos indios. En esa acción recibió una herida de lanza. En su oscura y valerosa historia abundan los hiatos. Hacia 1868 lo sabemos de nuevo en el Pergamino: casado o amancebado, padre de un hijo, dueño de una fracción de campo. En 1869 fue nombrado sargento de la policía rural. Había corregido el pasado; en aquel tiempo debió de considerarse feliz, aunque profundamente no lo era. (Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lúcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche que por fin oyó su nombre. Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestro símbolo.) Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es. Cuéntase que Alejandro de Macedonia vio reflejado su futuro de hierro en la fabulosa historia de Aquiles; Carlos XII de Suecia, en la de Alejandro. A Tadeo Isidoro Cruz, que no sabía leer, ese conocimiento no le fue revelado en un libro; se vio a sí mismo en un entrevero y un hombre. Los hechos ocurrieron así: En los últimos días del mes de junio de 1870, recibió la orden de apresar a un malevo, que debía dos muertes a la justicia. Era éste un desertor de las fuerzas que en la frontera Sur mandaba el coronel Benito Machado en una borrachera, había asesinado a un moreno en un lupanar; en otra, a un vecino del partido de Rojas; el informe agregaba que procedía de la Laguna Colorada. En este lugar, hacía cuarenta años, habíanse congregado los montoneros para la desventura que dio sus carne a los pájaros y a los perros; de ahí salió Manuel Mesa, que fue ejecutado en la plaza de la Victoria, mientras los tambores sonaban para que no se oyera su ira; de ahí, el desconocido que engendró a Cruz y que pereció en una zanja, partido el cráneo por un sable de las batallas del Perú y del Brasil. Cruz había olvidado el nombre del lugar; con leve pero inexplicable inquietud lo reconoció... El criminal, acosado por los soldados, urdió a caballo un largo laberinto de idas y de venidas; éstos, sin embargo lo acorralaron la noche del doce de julio. Se había guarecido en un pajonal. La tiniebla era casi indescifrable; Cruz y ¡os suyos, cautelosos y a pie, avanzaron hacia las matas en cuya hondura trémula acechaba o dormía el hombre secreto. Gritó un chajá; Tadeo Isidoro Cruz tuvo la impresión de haber vivido ya ese momento. El criminal salió de la guarida para pelearlos. Cruz lo entrevió, terrible; la crecida melena y la barba gris parecían comerle la cara. Un motivo notorio me veda referir la pelea. Básteme recordar que el desertor malhirió o mató a varios de los hombres de Cruz. Este, mientras combatía en la oscuridad (mientras su cuerpo combatía en la oscuridad), empezó a comprender. Comprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados junto al desertor Martín Fierro.

miércoles, 24 de julio de 2013

CICERON

INTRODUCCIÓN De ningún otro personaje de la Antigüedad se posee un volumen tal de información, como de Cicerón y posiblemente sobre ninguno se ha escrito tanto como sobre él desde el Renacimiento hasta la actualidad, conformando una bibliografía inabarcable. Esa información no sólo procede de historiadores que se ocuparon de la época en que él vivió o que escribieron su biografía, sino que, sobre todo, deriva de la propia obra ciceroniana, que se conserva en su mayor parte gracias a la fama de la que gozó durante siglos y que impulsó la transmisión de sus textos a través de los copistas medievales hasta nuestros días. Este es el elemento que diferencia a Cicerón de todas las grandes figuras del mundo antiguo. Conocemos a través de su prolífica obra literaria al inquieto intelectual que era Cicerón, al gran amante de los libros y de las bibliotecas, dotado de un saber casi enciclopédico que le impulsaba a escribir sobre prácticamente cualquier campo del saber humano: tratados de retórica para instruir al buen orador y político; obras filosóficas al modo griego pero en latín, una importante aportación, no sólo para su tiempo, sino también para el futuro en la creación del pensamiento occidental; poemas muy poco valorados en su época; libros que recogen su pensamiento político y sus tesis en torno a la mejor organización de la sociedad. Sus numerosos discursos conservados permiten gozar del privilegio de ver en acción a un gran orador, un maestro de la persuasión, quizás el mejor orador de la época. Esos discursos nos descubren, en los juicios, al abogado defensor inteligente y astuto. Las alocuciones en el Senado o ante el pueblo muestran al político que adapta sus argumentos a la situación y al auditorio, capaz de la soflama encendida contra un adversario, tanto como del alegato de formas suaves en busca de concordia. Pero el elemento distintivo en nuestro conocimiento de la biografía ciceroniana es la preservación de cientos de cartas escritas por el propio Cicerón —en menor medida otras de las que él era el destinatario—, enviadas a amigos, familiares y personajes importantes de su tiempo. Su abundante correspondencia nos permite acceder a los movimientos políticos entre bastidores, lejos de los focos que iluminaban lo que sucedía en la Curia, en el Foro y en los lugares de reunión de las asambleas populares. Pero, por encima de todo, sus cartas hacen posible conocer a Cicerón como ser humano, con sus grandezas y sus miserias: fiel y leal amigo de sus amigos, sin duda una de sus principales virtudes; vanidoso pero inseguro e indeciso, a veces osado, otras medroso y acobardado; hombre que hacía de la razón y de la filosofía su guía de vida, pero que se dejaba arrastrar por las emociones. Desprovisto de la máscara de hombre público, sus cartas nos conceden el inusual privilegio de entrar en su vida privada, en sus gustos y fobias, placeres y desvelos, muy en especial aquellas epístolas que con gran frecuencia intercambió con su fiel amigo, consejero y confidente Tito Pomponio Ático. BIOGRAFÍA (Arpino, actual Italia, 106 a.C.-Formies, id., 43 a.C.) Orador, político y filósofo latino. Perteneciente a una familia plebeya de rango ecuestre, desde muy joven se trasladó a Roma, donde asistió a lecciones de famosos oradores y jurisconsultos y, finalizada la guerra civil (82 a.C.), inició su carrera de abogado, para convertirse pronto en uno de los más famosos de Roma. Posteriormente, se embarcó rumbo a Grecia con el objetivo de continuar su formación filosófica y política. Abierto a todas las tendencias, fue discípulo del epicúreo Fedro y del estoico Diodoto, siguió lecciones en la Academia y fue a encontrar a Rodas al maestro de la oratoria, Molón de Rodas, y al estoico Posidonio. De vuelta en Roma, prosiguió su carrera política, y en el lapso de trece años consiguió las más altas distinciones. Empezó como cuestor en Sicilia en el 76 a.C., y en el 70 a.C. aceptó defender a los sicilianos oprimidos por el antiguo magistrado Verres, para quien sus alegatos (Verrinaes) supusieron la condena, lo cual lo hizo muy popular entre la plebe y contribuyó a consolidar su fama de abogado. Decidido partidario del republicanismo, admitía la necesidad de un hombre fuerte para dotar de estabilidad al Estado, figura que reconocía en Pompeyo; sus simpatías por él, sin embargo, no fueron siempre correspondidas. Su carrera política fue fulgurante: en un año fue elegido edil, en el 66 a.C. pretor, cargo desde el que propulsó un acercamiento entre caballeros y senadores (concordia ordinum), y dos años después obtuvo la elección de cónsul del Senado. Desde esta posición, hizo fracasar la reforma agraria propuesta por Rullo, hizo frente a los populares, liderados por Craso y César, y llevó a cabo una de las batallas más dramáticas y peligrosas de su carrera: su oposición a la conspiración de Catilina. Derrotado en las elecciones, éste se disponía a promover levantamientos para instaurar una dictadura. Los cuatro discursos (Catilinarias) pronunciados por Cicerón ante el Senado a fin de conseguir la ejecución de los conspiradores constituyen la muestra más célebre de su brillante oratoria, de gran poder emotivo. Sin embargo, su actuación acabó por significarle el exilio años más tarde, cuando Clodio, elegido tribuno de la plebe (58 a.C.) gracias a César, consiguió el reconocimiento de una ley que sancionaba con la pena de muerte a todo ciudadano romano que hubiera hecho ejecutar a otro sin el previo consentimiento del pueblo. Tras buscar, sin éxito, el apoyo de Pompeyo, Cicerón marchó al exilio. Regresó a Roma apenas un año y medio más tarde, pero para entonces su carrera política estaba prácticamente acabada, situación que pareció hacerse definitiva con la dictadura de César (48-44 a.C.). Sólo cuando éste fue asesinado, Cicerón volvió a la escena política para promover la restauración del régimen republicano. En un principio, mientras Marco Antonio aún no se había afianzado en el cargo, gozó de cierto poder y consiguió la amnistía para los asesinos de César, pero apenas aquél se sintió seguro, Cicerón se encontró con una fuerte resistencia, a la que hizo frente verbalmente con las catorce Filípicas. En vano intentó entonces aliarse con Octavio, hijo de César, contra Marco Antonio: tras la batalla de Módena, Octavio se reconcilió con Marco Antonio y unió sus fuerzas con las de éste y con el ejército de Lépido para la formación del segundo triunvirato (43 a.C.). Ese mismo año, Cicerón fue apresado y ejecutado. Formado en las principales escuelas filosóficas de su tiempo, mostró siempre una actitud antidogmática y recogió aspectos de las diversas corrientes. La originalidad de sus obras filosóficas es escasa, aunque con sus sincréticas exposiciones se convirtió en un elemento crucial para la transmisión del pensamiento griego. Al final de su De Republica contrasta su probabilismo con una exaltación religiosa de signo neoplatónico. Como literato, se convirtió en el modelo de la prosa latina clásica, con un estilo equilibrado y de largos y complejos períodos, aunque perfectamente enlazados (De divinatione). CONTEXTO HISTÓRICO Antes de exponer el pensamiento político de Cicerón es conveniente describir, las condiciones históricas en que vive el estadista; con el fin de una mejor comprensión de la relación entre la elaboración cicero¬niana y la problemática social a la que pretende dar respuesta. Comenzaremos por la estructura económica, ya que ésta es el núcleo constituyente del conjunto de las relaciones de clases en el que se desenvuelve la sociedad romana. Las relaciones económicas están enmarcadas en el sistema de producción esclavista, teniendo la propiedad un carácter predominantemente territorial y la producción un fundamento agrícola. A estas condiciones generales se le unía otra particular, el dominio de la gran propiedad territorial sobre la pequeña y mediana explotación agrícola como consecuencia del proceso de concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos, en gran medida en poder de la oligarquía patricia. Es por esta razón por lo que la forma esclavista de explotación de la fuerza de trabajo adquirió cada vez un mayor desarrollo, tanto en su empleo privado (productivo e improductivo) como público, como en su extensión fuera de las fronteras de Roma. Esto no se convirtió en un impedimento para que se desarrollaran otras relaciones económicas distintas de las formas dominantes, debido fundamentalmente al fuerte desarrollo del capital usurario y comercial del propio estado romano. La estructura social y el sistema de relaciones políticas de la República estaban fuertemente condicionados tanto por el aspecto anteriormente descrito como por el carácter expansionista y belicista del propio estado. Analizamos brevemente estos supuestos. La sociedad romana se encontraba dividida en: Patricios (patrici), o descendientes de las antiguas gentes. En un principio son individuos con linaje que se regían por las costumbres del derecho paterno (patriarcado), que fijaban que la herencia se transmitía por línea masculina. Constituían la clase monopolizadora de la propiedad de la tierra, (poseían el derecho de servidumbre, clientes o esclavos), detentando de este modo el poder económico y gozaban de ciertos privilegios políticos: derecho al acceso directo al Senado y a las Magistraturas. Plebeyos (hijos de la tierra), o descendientes de la plebe. Son hombres sin linaje y en su origen no tenían acceso a la propiedad de la tierra pública. Sus costumbres eran propias del matriarcado. Formaban un conjunto heterogéneo: propietarios agrarios y urbanos, libertos, proletarios, lumpen, etc. Esclavos. No podían tener acceso a ningún tipo de propiedad. No eran considerados personas sino meros instrumentos de trabajo al servicio de su propietario. Constituía la clase que soportaba el grueso fundamental de la producción de excedente. En tanto “instrumentos” carecían de cualquier derecho político. Esta estructura de clases y el Estado edificado sobre ella fue resultado de un largo y conflictivo proceso que se inicia con el debilitamiento de las relaciones tribales basadas en el parentesco. Lo mismo que los griegos de la época heroica, los romanos del tiempo de los reyes vivían en una democracia militar basada en la gentes, las curias (fatrias griegas) y las tribus nacidas de ellas. La población de Roma y del territorio romano ensanchado por la conquista fue acrecentándose, parte por la inmigración, parte por medio de los habitantes de las regiones sometidas. Todos los nuevos súbditos del Estado vivían al margen de las gentes, curias, y tribus no formando parte del pueblo romano (populus romanus). Estas personas, que formaban la plebe, eran libres pero no podían acceder a ningún cargo público por estar excluidas de todo derecho político. La causa de la caída de la constitución gentilicia reside en la lucha entre los patricios y los plebeyos, que termina con la quiebra del derecho gentilicio -basado en el linaje- y su sustitución por el derecho censitario -basado en la propiedad-, permitiendo, así, el acceso de los plebeyos ricos a los cargos públicos. Lo característico del nuevo estado fue la constitución de una fuerza armada de la comunidad que formaban los ciudadanos y que se oponían a esclavos y proletarios (ciudadanos sin propiedad), excluidos del servicio militar y privados del derecho de llevar armas. La nueva constitución, atribuida a Servio Tulio, creó una nueva Asamblea del pueblo, que incluía o excluía indistintamente a los individuos del populus y de la plebe, según prestaran o no servicios militares. La población masculina quedó divida en seis clases según la fortuna que poseyera. La estructura de la República quedaba constituida de la siguiente manera: El Magistrado supremo, elegido por los cónsules por un período de un año, sustituye al Rex (rey) que centralizaba todo el poder político, siendo a su vez caudillo del ejército, sumo sacerdote y juez supremo. El Senado, integrado inicialmente por los jefes de las gentes (patricios), pasó a estar formado por patricios y plebeyos, según la importancia de su propiedad. La función de esta institución consistía en asesorar a la magistratura y ratificar los acuerdos populares. La Asamblea Popular se desarrolló en tres instituciones: Comicios de las curias (ya existentes en tiempos de la Monarquía), Comicios de las centurias y Comicios de la plebe. Sus funciones fundamentales eran la elección de los magistrados y la aprobación de las leyes. La Magistratura, o cuerpo de funcionarios administrativos y políticos. Estaba compuesta por: cónsules, administradores de justicia, de las finanzas, ostentaban la iniciativa legislativa y era los generales en jefe de las legiones (consulares); pretores, administradores de justicia; censores, confeccionan el censo y vigilan las costumbres; ediles, policía de vigilancia, y cuestores, administradores de la hacienda pública. En resumen, la República se caracterizó por encumbrar en la cima del poder a los grandes propietarios terratenientes y por establecer la división de poderes: deliberativo, legislativo, administrativo, judicial, militar y religioso. Este estado en su vicisitud histórica estaba cimentado en la tradición, el respeto a los mayores, y en la religión, el respeto a los dioses. Las generaciones eran educadas en una doble dirección: en el respeto a la familia (formación del individuo), en donde domina la relación del padre (pater) al cual hay que respetar y obedecer ciegamente; y en la fidelidad a la comunidad (formación del ciudadano), a la cual hay que servir para su mayor engrandecimiento. La religión también ocupó un lugar importante en la formación del ciudadano romano, dado el lugar predominante que ocupaban en los fundamentos del estado Júpiter, Marte y Quirino (trinidad del estado y fuente de la división entre lo lícito y lo ilícito). Esta concepción religiosa tiene su desarrollo en la autoridad y respeto que ejercieron los sacerdotes sobre la sociedad romana: encargados de la ejecución de los ritos, escrutadores de la voluntad de la ley divina, interpretación de los libros bíblicos, etc. Es también importante reseñar las contradicciones fundamentales que se desarrollan en el último período de la República. Una principal y de carácter antagónica, entre esclavistas y sus esclavos, y dos secundarias y no antagónicas: una, la que enfrenta a plebeyos y patricios, y otra la que existe entre los ciudadanos romanos y sus aliados (que no gozaban de los mismos derechos que el ciudadano romano). A la lucha que Roma sostuvo contra las insurrecciones de sus esclavos, se la conoce en la literatura histórica con el nombre de guerras serviles. Es un conflicto de clase con un carácter verdaderamente revolucionario, ya que la propia existencia de la contradicción, el enfrentamiento de los dos polos (esclavistas y esclavos), exige la lucha de los opuestos hasta su eliminación. Este conflicto tuvo su punto álgido en el año 73-71 a. C. Con la rebelión dirigida por Espartaco. Es aplastada definitivamente por Licinio Craso en Apulia, dándose muerte a los dirigentes y haciendo prisioneros a los supervivientes. Las luchas entre patricios y plebeyos son denominadas guerras civiles, por el enfrentamiento entre clases del mismo estado. Es un conflicto en el que se dilucida una mayor participación en la propiedad territorial y un mayor acceso a los cargos públicos. Tuvo como expresiones más significativas: el movimiento reformador encabezado por los Gracos a favor de la reforma agraria; la dictadura de Sila que supuso la restauración del poder del Senado con la publicación de las leyes cornelianas en menoscabo de la Asamblea Popular; y el inicio del período de los triunviratos que se concretó en la abolición de las leyes cornelianas, el restablecimiento del poder de los tribunos y: el reparto de los cargos judiciales a partes iguales entre senadores, caballeros y plebeyos enriquecidos. El conflicto entre el Estado romano y sus aliados, que aspiraban al pleno derecho de la ciudadanía romana, es conocido con el nombre de guerras sociales,. Su punto álgido fue el levantamiento de los itálicos que fundan un estado independiente, con Senado y ejército propio y acuñación de moneda. Concluye la guerra al conceder Roma, en el año 89, el derecho de ciudadanía a todos los itálicos. CRONOLOGÍA 131-121 Intentos reformadores de los Gracos. 111-105 Guerra de Jugurta. 108 Nace Lucio Sergio Catilina. 106 Nace en Arpino (pequeña villa del Lacio) Mar¬co Tulio Cicerón. 91-88 Guerras sociales en Italia. 88-85 Primera guerra contra Mitrídates, rey del Pon¬to. Hecho destacado es el asedio y saqueo de Atenas por parte del general romano Sila. La guerra acaba con la firma de un tratado en¬tre Mitrídates y Sila. 87-83 El cónsul Cinna con la ayuda del general Ma¬rio instaura en Roma el gobierno del partido popular, caracterizado por la persecución sis-temática de los miembros de la nobleza. Ma¬rio muere en el 86 y Cinna es asesinado en el 84. Con el regreso de Sila de Oriente la si¬tuación desemboca en una guerra civil. 86 Nace el historiador C. Salustio Crispo. 83-82 Guerra civil entre el partido aristócrata y el popular. A la victoria de la aristocracia co¬mandada por Sila le sigue una tremenda re¬presión. Segunda guerra contra Mitrídates. 82-79 Dictadura de Sila. 81 Cicerón pronuncia a los veinticinco años su primer discurso (Pro Quinctio). 80-72 Rebelión de Sertorio en Hispania. Vencido por Pompeyo, muere asesinado (72). 75 Cicerón desempeña la cuestura en Sicilia. 74-61 Tercera guerra contra Mitrídates. Supone un nuevo éxito de Pompeyo que la concluye en el 61. 73-71 Rebelión de los esclavos comandada por Espartaco. 70 Consulado de Craso y Pompeyo. Cicerón pronuncia las Verrinas. 69 Cicerón ejerce la edilidad curul. 66 Cicerón desempeña el cargo de pretor. Circulan rumores en Roma sobre un primer complot de Sergio Catilina. 63 Consulado de Cicerón. Cicerón aborta la con¬jura de Catilina y pronuncia las cuatro Catilinarias. 60-53 César, Pompeyo y Craso constituyen el primer triunvirato. 59-50 Campaña de César en las Galias. 58-57 Exilio de Cicerón, acusado de excederse en la represión de la conjura de Catilina. 55-54 Desembarco de César en Britania. 49-48 Guerra civil entre César y Pompeyo. César alcanza la victoria en la batalla de Farsalia. Pompeyo se refugia en Egipto donde muere asesinado (48). 47-44 Dictadura de César. 46 César derrota a los republicanos en Tapso. 45 César derrota al ejército pompeyano de Hispania en la batalla de Munda. 44 Asesinato de César (15 de marzo). El 2 de setiembre Cicerón pronuncia la primera Filípica. 43 Cicerón continúa con la pronunciación de las Filípicas. Marco Antonio, Octavio Augusto y Lépido integran el segundo triunvirato. Proscripciones políticas y asesinato de Cicerón. 42 Los tiranicidas Bruto y Casio sucumben en la batalla de Filipos ante Marco Antonio y Oc¬tavio. 30 Batalla de Accio. Muerte de Marco Antonio y Cleopatra. Comienza el principado de Au¬gusto.

sábado, 8 de junio de 2013

El Inca Garcilaso de la Vega Comentarios Reales

Introducción En el siguiente trabajo nos proponemos analizar los Comentarios Reales (1) escritos por el Inca Garcilaso de la Vega tomando como línea de trabajo la identidad mestiza del Inca. El Inca Garcilaso de la Vega (Perú; 1539-1616) descendía de la nobleza incaica (su madre era una princesa india) y castellana (su padre era capitán español). Insistió en su condición de mestizo al escribir y gozaba de privilegios de hijo de encomendero. En 1609 se publica la primera parte de los Comentarios Reales, la segunda se publica en 1617 bajo el título de Historia general del Perú. (2) Ortega dice “el discurso construye el lugar de lo otro, el sentido de los otros, el destino de una otredad a la que invariablemente, lee, ordena y asimila” (3). Si la identidad es construida en oposición a los extraños, las intrusiones de otras culturas implican la pérdida de autonomía y por lo tanto la pérdida de identidad. Situados desde el plano del discurso nos proponemos relacionarlo con la identidad “avanzar en esa dirección de la diferencia (…) que distinguen a la cultura hispanoamericana” (4). Ante todo creemos que es necesario realizar una definición que acote a que nos referimos cuando utilizamos el término “identidad”. Tomaremos dos acepciones de por un lado la identidad nacional basada en el concepto de nación el sentimiento de pertenencia a una colectividad histórico-cultural definida por características tales como idioma, costumbres de interacción, organización social(5), aunque reconocemos que dicho concepto es muy posterior al Inca y surge como una construcción del siglo XIX. Por otro lado la identidad cultural es el conjunto de valores, orgullos, tradiciones, símbolos, creencias y -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- (1) Comentarios reales de los Incas (Selección) Inca Garcilaso de la Vega. Biblioteca Ayacucho. (2) Historia de la Literatura Hispanoamericana I. E. Anderson Imbert. (3) El discurso de la abundancia. Ortega, Julio. Caracas, Monte Ávila, 1992. (4) Ib.16 (5) La construcción social de la realidad. Berger, Peter L.; Luckmann, Thomas Amorrortu. Buenos Aires.1986 modos de comportamiento que funcionan como elementos dentro de un grupo social y que actúan para que los individuos que lo forman puedan fundamentar su sentimiento de pertenencia. Según Berger y Luckman la construcción de identidades es “un fenómeno que surge de la dialéctica entre el individuo y la sociedad” (6). Aunque se puedan originar en las instituciones dominantes, sólo lo son si los actores sociales las interiorizan y sobre esto último construyen su sentido. Como señala Maffesoli se refuerzan las propuestas tendientes a reconocer los procesos de identificación en situaciones de policulturalismo (7). La dinámica de la auto-definición cultural implica un continuo contacto entre culturas. Se dan en la complicada red de relaciones creada por la superposición de relaciones políticas, económicas, científicas y culturales, que convierte cualquier relación entre dos culturas en una relación desigual. Cuando existe dentro de una cultura la conciencia de una identidad común, implica que también hay un impulso hacia la preservación de esta identidad, hacia la auto-preservación de la cultura. Los Comentarios Reales En los Comentarios Reales el rasgo autobiográfico aparece como una actitud del autor al narrar su obra (8) toma “posesión del pasado a partir de la inmediatez existencial del narrador” (9). El Inca exalta la síntesis de valores culturales que confluyen en su persona y a partir de su discurso mostrará su relación ondulante entre las dos culturas. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- (6) Ib. (7) El tiempo de las tribus. Maffesoli, Michel .Icaria. Barcelona. 1990 (8) Historia, creación y profecía en los textos del Inca Garcilaso de la Vega. Pupo Walker, Enrique. Ediciones José Porrúa Turanzas. Madrid. 1982. (9) Ib. En el Proemio al lector, Garcilaso ya nos aclara su condición de mestizo, cuando dice “como natural de la ciudad del Cuzco” (10) además de posicionarse en ventaja con respecto a otros historiadores “tengo más larga y clara noticia que la que hasta ahora los escritores han dado.”(11) sobre este tema en otro capítulo dice sobre otro historiador “como escribió lejos de donde acaecieron estas cosas y la relación se la daban yentes y vinientes, le dijeron muchas cosas de las que pasaron, pero imperfectas, y yo las oí en mi tierra a mi padre y a sus contemporáneos”. Luego agrega “forzado del amor natural de la patria, me ofrecí al trabajo de escribir estos Comentarios” (12) aclarando “que mi intención no es contradecirles, sino servirles de comento y glosa y de intérprete en muchos vocablos indios” (13). El autor de los comentarios también en algunos pasajes se lamenta no poseer un mayor rigor histórico para su labor, “y yo, como digo, las oí a mis mayores, aunque (como muchacho) con poca atención, que si entonces la tuviera pudiera ahora escribir otras muchas cosas de grande admiración, necesarias en esta historia. Diré las que hubiere guardado la memoria, con dolor de las que ha perdido” (14). Con respecto a la corrupción del lenguaje el Inca dice “para atajar esta corrupción me sea lícito, pues soy indio, que en esta historia yo escriba como indio con las mismas letras que aquellas tales dicciones se deben escribir” (15). A lo largo de los comentarios proporciona varios ejemplos de corrupción del lenguaje, citaremos a nuestro entender los más importantes “llamaron Perú aquel riquísimo y grande Imperio, corrompiendo ambos nombres, como corrompen los españoles casi todos los vocablos que toman del lenguaje de los indios de aquella tierra” (16). El Inca -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- (10)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.5 (11)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.5 (12)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.5 (13)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.6 (14)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.13 (15)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.13 (16)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.15 da cuenta de esto cuando dice “llamamos es dar a entender que los españoles se lo llaman, por lo que dice hablando con ellos, y que los indios no tenían tal dicción en su general lenguaje, de lo cual yo, como indio Inca, doy fe de ello” (17). Otro ejemplo que menciona el Inca “hallaron ciertos hombres que, preguntados cómo se llamaba un gran pueblo cerca, dijeron tectetán, tectetán, que vale “no te entiendo”. Pensaron los españoles que se llamaba así y corrompiendo el vocablo llamaron siempre Yucatán” (18). Más adelante prosigue, “han dado por nombres a las tierras que descubrían los primeros vocablos que oían a los indios cuando les hablaban y preguntaban por los nombres de las tales tierras, no entendiendo la significación de los vocablos, sino imaginando que el indio respondía a propósito de lo que le preguntaban, como si todos hablaran un mismo lenguaje”. Por otro lado, desde su condición de mestizo se inclina hacia sus antepasados españoles cuando se trata de religión. Dice que se vivía en una idolatría impuesta por el Inca Manco Cápac “creyeron todo lo que el Inca les dijo, principalmente el decirles que era hijo del Sol” (19). El inca agradece la introducción de la fe cristiana “servir a la república cristiana, para que se den gracias a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen María (…) por sacar del abismo de la idolatría” (20) (17)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.17 (18)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.18 (19)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.49 (20)Inca Garcilaso de la Vega. Op.cit. pág.6 Conclusión Podemos decir por lo expuesto anteriormente que el Inca Garcilaso fue el más genial de los escritores mestizos, logrando confluir en su discurso lo hispano y lo incaico. Creemos de suma importancia destacar esto ya que como también somos parte de un crisol de culturas, debemos constituir nuestra propia identidad latinoamericana. Bibliografía Comentarios reales de los Incas (Selección) Inca Garcilaso de la Vega. Biblioteca Ayacucho. Historia de la Literatura Hispanoamericana I. E. Anderson Imbert. El discurso de la abundancia. Ortega, Julio. Caracas, Monte Ávila, 1992. La construcción social de la realidad. Berger, Peter; Luckmann, Thomas. Amorrortu. Buenos Aires.1986 El tiempo de las tribus. Maffesoli, Michel .Icaria. Barcelona. 1990 Historia, creación y profecía en los textos del Inca Garcilaso de la Vega. Pupo Walker, Enrique. Ediciones José Porrúa Turanzas. Madrid. 1982. Escribir en el aire. (Capítulos II y III) Cornejo Polar, Antonio. El Inca Garcilaso, historiador apasionado. Durand, José. Filología humanista e historia indígena en los Comentarios reales. Zamora, Margarita

miércoles, 29 de mayo de 2013

Jean Bayet. Literatura latina

Introducción Cuando se trata de distinguir la cultura latina de la helénica nos hallamos frente a una disyuntiva. Cómo realizarlo siendo que Roma ha vivido tantos años bajo el influjo de la cultura griega. En el siguiente trabajo nos proponemos realizar esta distinción y demostrar que Roma no fue sólo una extensión cultural de Grecia como muchos llegaron a pensarlo. Los orígenes de la literatura latina Sus migraciones: Gran cantidad de la población de las tribus indoeuropeas marchó hacia el oeste. A través de las llanuras septentrionales de Europa. Pero de esas masas resaltaron algunos grupos que se dirigieron en sentido oblicuo en especial Hacia el sur; cuya lengua evolucionó, con total independencia, de acuerdo con las nuevas exigencias: hihitos, escitas, tracios, griegos, aqueos son los que forman estos grupos que impusieron su dominio. Entre 1400 y 1000 a.c. se produce el ultimo rompimiento entre los indoeuropeos que siguieron el camino hacia el oeste, adoptando la lengua celtica, alcanzando en bajos pasos a Italia, tomaron el nombre de latinos, oscos y umbros. Los latinos itálicos Se impusieron a la masa mediterránea. Los latinos fueron los primeros en establecerse en la Italia central, fueron sujetados en el bajo valle del Tíber por los oscos: al sur y los umbros al noroeste. Se cree que si no fuera por los etruscos no habían sobrevivido. Este pueblo no era indoeuropeo llegado sin duda del norte del mar Egeo ocuparon la Toscana. Los latinos El territorio que ocupaban tenía poca extensión. Esa extensión no tenía mayores dificultades materiales para el cultivo de los cereales y las colinas soleadas. Ellos cultivaban la viña, el olivo .La civilización de LACIO fue del signo agrícola. En cambio los indoeuropeos solo formaban una aristocracia, con una base muy solida de esquemas religiosos y jurídicos, tratando de imponer su organización social. La clase dirigente conservo, en el fondo, el instinto de guerra y de conquista. Los hábitos del clan y de su autoridad. Hubo una mescla de sangre, donde surgieron los propietarios feudales. Roma: los inicios de su evolución La importancia de ésta, se debió al río cuyo tráfico controlaba en su totalidad y al puente que a través de ella sujetaba El lacio, a la Esturria formándose ciudad mixta, abierta a toda clase de influencias, incluso por su llanura de pastizales y cultivos Roma, Etruria y el Lacio Dueños de la campaña en el siglo VI, los etruscos fueron de Roma y gracias a ella sin duda dominaron entonces al Lacio, que separaron sus dos zonas de dominio. Roma fue prospera, considerablemente, esto es consecuencia de las ciudades de tránsito. Y además debemos valorar el sacrificio y auge de la civilización etrusca, construcciones, Artes plásticas y mentalidad a excepción de la lengua En el año (509), los reyes de Roma fueron expulsados, por la decadencia del poderío etrusco, que tiene continuidad por dos siglos, bajo la agitación gala al norte y los ataques de los latinos y de los griegos al sur. En consecuencia, retroceso de Roma, una aristocracia rural, rechazo enérgicamente los progresos de la plebe. Todo logro se perdió sin dejar otro rasgo literario, que ilusiona adivinarse una especie de anarquía moral e intelectual. El etrusco; es una lengua de cultura de la aristocracia. La plebe urbana se orienta más bien hacia las ideas y los cultos griegos. En consecuencia se forma una Roma más latina. Los orígenes: lengua latina Los romanos son más poéticos, que los griegos, a menudo infantiles. Se destacaron escritores como Lucrecio, Virgilio, Séneca fusionando un sentimiento profundo entre hombre y naturaleza, o en presencia de Dios en la soledad. La lengua latina Todo el vocabulario es homogéneo a pesar de haber copiado otras lenguas mediterráneas fue una puja entre los salvajes y la civilización. Sus vocablos tienen cargas afectivas, aunque surgió un vocablo sin articulo, para los escritores fue una riqueza difícil de manejar. La lengua tuvo un sistema de flexiones entre los griegos. La gran innovación del latín reside en la rigurosa distinción de los tiempos verbales. El lenguaje hablado La escritura y el lenguaje hablado fueron los etruscos quien enseñaron a escribir su lengua a los latinos por medo de uno de lo alfabetos, de los griegos de occidente. Sólo las personas más instruidas llegaban a conocer un libro. El ritmo Cada palabra tenía una intensidad inicial y un acento. El acento era musical, más tarde se hizo intensivo. Los orígenes de la literatura latina Alrededor de 450 la ley de la doce tablas de las que poseemos un considerable número de prescripciones bajo una forma rejuvenecida, era por el contrario aprendida en las escuelas romanas; Y ciertos discursos de Apio Claudio el ciego, eran leídos por Cicerón. Preparándose para la literatura La aristocracia dirigente, política y religiosa, había acumulado en ROMA , desde hace mucho tiempo atrás una documentación en extremo variada , en donde tenían continuidad, pasión organizadora y su vanidad nobiliaria. Orígenes de la literatura latina No obstante en el fondo mismo de la religión nacional aparecen rasgos dramáticos Pero al lado de estas formas reglamentarias las fiestas populares permiten y dan pie a una creación más espontánea. La organización artística donde más tarde se insertó el teatro, se debe a los etruscos. APIO CLAUDIO el ciego Posee ya cualidades literarias. Siendo el primer escritor que surgió en 307 y 296. No dejo de seguir una política revolucionaria a favor de la plebe. Se inclinó hacia el helenismo, sintiendo una inclinación personal por el pitagorismo. Nadie impidió que ciego, invalido llegara al senado para oponerse a negociar con PIRRE(280). Era patriota y admiraba una visión de futuro. Se ocupó de la lengua. Formación de una Literatura Greco-romana Durante la segunda mitad del siglo III se forma en Roma, en muy breve plazo una literatura completa, a imitación de los griegos como resultado de una gran voluntad y el esfuerzo reflexivo de un hombre de origen no romano. Las etapas de influencia griega: el influyo griego no había cesado de actuar sobre Roma al menos desde fines del siglo VII, aunque en un principio fue por medio de los etruscos y después no sin reticencias ni duras sacudidas. La disolución del imperio etrusco había dejado comenzar a Roma desorientada entró en una aristocracia rural retrograda y una plebe urbana debilitada por la decadencia del comercio. Los Patricios debieron ceder paulatinamente ante la presión. Sin embargo antes de redactar el código de las XII tablas enunciaron embajadores a informarse de las legislaciones helénicas en las ciudades de la Magna Grecia. La conquista de Roma por los galos retraso sensiblemente la evolución. Pero una vez que las conquistas latinas se orientaron hacia el sur, contra los samnitas, los contactos repetidos de toda la juventud militar de Roma con poblaciones griegas, con mayor o menor grado de pureza, de un espaldarazo decisivo. Treinta y un años después, Sicilia prácticamente en romana tras la primera guerra púnica (268 – 241), esta isla había sido el objeto en litigio, de carácter económico, de la lucha Tierra Griega casi en su debilidad, acrecentaba notablemente el sector helénico del estado Romano. Fue precisa la segunda guerra púnica, la toma de Siracusa (212), la destrucción de Capua (211) y la segunda conquista de Tarento (209) para que Roma enriqueciera con todos los despojos de todas las prendas capitales griegas o helenizadas de Atalia, representara el único centro de atracción del helenismo occidental. Pero desde 240 se había iniciado ya en esta misión. La plebe y el patriarcado ante el helenismo La plebe urbana, adopto el espíritu mediterráneo. Se interesa por los negocios, por la especulación por el comercio marítimo, griego, o púnico. Se roza todos los días con esclavos cada vez mas helenizados. El helenismo entra en una gran medida en este compuesto cambiante, deformado sin duda asimilado. Una multitud de antiguas leyendas griegas resultan familiares a esta población. La aristocracia dirigente por el contrario salvaguardo hasta el momento en líneas generales. Su antigua rigidez, y con ella la pobreza digna, de su lengua pero se vio obligada a gustar del helenismo por diversas razones, por ambición política ha de alagar los gustos de la plebe y encauzar los grandes intereses del trafico y de la especulación. El helenismo romano en el siglo IIV En conjunto representa un refinamiento de vida muy atractivo, egoísta, cómodo. Tiene una marcada diferencia moral y social entre Grecia y Roma. La evolución de los latinos viene retrasada por III siglos. El pueblo de Roma es un conjunto brutal, pero vigoroso y moralmente recto. La inteligencia en contactarse internacionalmente y la extrema rapidez de su expansión política despiertan en el muchas curiosidades más o menos sanas. Los romanos aceptan los temas novelescos, las leyendas heroicas al lado de la herencia humana de los clásicos. Renueva la búsqueda de belleza plástica. Apolo introduce las fiestas que participan hombres y dioses. La literatura usa la forma más peligrosa del helenismo. Su estilo Alejandrino, era extremadamente refinado demasiado difíciles para los romanos siglo III que pusieron los ojos en la literatura ática del siglo IV; muy despojada de forma y muy humana, aun más allá en los clásicos trágicos atenienses del siglo X; y en Homero. De este modo pretendían recuperar a un tiempo todo el retraso que llevaban con sus maestros. Los géneros poéticos: el teatro El teatro era el único que había enriquecido ya a Roma con una tradición popular. La presentación de los romanos en la Magna Grecia les había permitido también conocer suntuosas puestas en escenas y toda clase de piezas trágicas, cómicas o paródicas. Cualquier momento era oportuno para un magistrado o un rico Patricio celebrara un acto religioso. Y al lado de ejercicios de toda índole y combate de gladiadores estos juegos llevaban representaciones teatrales. Comedias y tragedias que habían sido tomados del griego. Sin embargo, a partir de Nevio interrumpen algunas tragedias del tema romano. Roma participó intensamente en esta creación dramática imitada de los griegos pero adaptada al gusto latino. Capítulo III EL PURISMO HELENIZANTE Y LAS TENDENCIAS NACIONALES La vida económica y social –e incluso la sensibilidad- de Roma sufrieron una profunda transformación: la afluencia de riquezas y de obras de arte impulsó al lujo y a la búsqueda de placeres; y como contrapartida, la brutalidad y el orgullo nacional se agravaron. Ante todo, quedo rota la unidad moral entre las clases altas, adustas, y una plebe cada vez màs cosmopolita. La vieja aristocracia se helenizaba desde los últimos años del siglo y destaca el influjo de los pedagogos en los jóvenes mejor dotados como Escisión. Además, el griego es la lengua diplomática y la política exige su conocimiento: Flaminio, gracias a su profunda cultura helénica. A partir de este momento, el Senado se muestra hostil a la intrusión masiva del helenismo de Roma. Tiende incluso a oponerse a los actos de quienes llenan a Roma de obras de arte, la sacian de espectáculos, pero consiguen la gloria personal. Llegaron a despreciarlos, pues era un pueblo a la vez débil y peligroso. Todo lo que procede de ellos parece corrupto. Sin embargo, Grecia gozaba de un simulacro de independencia, no era posible la radical supresión del helenismo. Los círculos cerrados. El Helenismo, reprimido oficialmente, se confino en círculos aristocráticos restringidos: y ganó sin duda en refinamiento, pero perdió todo acento nacional. Un purismo desdeñoso lleva a los autores a inspirase no en la literatura griega contemporánea, sino en los clásicos de los siglos X y IV. Pierden incluso el contacto de la lengua con el pueblo, pues no admiten ni el vocabulario mezclado ni la sintaxis flexible. Es cierto que así se elabora una lengua clásica y muy bella: pero las obras son artificiales. El pueblo y las cuestiones sociales. El pueblo no podía secundar este movimiento: no acometía el helenismo en el mismo sentido. Una especie de romanticismo grecoasiático, vivo, aunque muy mezclado, irrumpió de este modo en Italia. Al mismo tiempo, la población de Roma era cada vez menos latina, en raza y en tendencia. Roma se había convertido en el único mercado de capitales y la “bolsa” del mundo mediterráneo. Los gracos, al convencer a la masa con argumentos racionales, patetismo y una armonía ya musical tomada de los griegos, idealizaron las violencias de la oratoria tribunicia y abrieron las vías a la gran prosa retórica. Los comienzos de la prosa artística Mientras que la poesía contaba ya en Roma con obras importantes, la prosa, ascendía a la dignidad literaria. El arte de la palabra, pese a todo, progresaba, por la necesidad en que se hallaban los políticos, frente a adversarios, cada vez más numerosos y cultivados. Catón el censor. La obra de Catón se debe ante todo a la espansión natural de una personalidad extraordinaria. Escribió tratados de agricultura. Escribir sobre cualquier tema y conservar lo que escribía. Los antiguos conocían de Catón más de 150 discursos; cuidado, por escrito; pero sin grandes preocupaciones por la composición. Recogía las palabras cáusticas de los demás, al igual que recogían también las suyas: materia para sátiras virulentas y “efectos de tribuna”. Los procedimientos retóricos, espontáneos o adquiridos, no le eran extraños: preterición, repeticiones, exclamaciones. El teatro El siglo II es la edad de oro del teatro latino: cuenta, después de Plauto y Ennio, con un buen número de escritores de talento, en especial los cómicos Cecilio y Terencio, y los trágicos Pacuvio y Accio. La comedia Crisis y decadencia de la “palliata”. –La tragedia parece continuar sus progresos constantes. En cambio, la comedia palliata va a decaer muy pronto. La culpa es del público, que exige en cada momento que se le ofrezca una nueva obra griega, y de los autores, que han dado vigor teórico a esta descabellada exigencia. Cecilio Estacio. Galo insubre de la cisalpina, llegado a Roma en 194 a.C. como esclavo, alcanzó gran reputación en la Antigüedad. Escribió al menos 40 comedias con títulos latinos o griegos. El estilo tenía muchos defectos: palabras griegas, recién forjadas, pero monótonas y sin la genial fantasía de Plauto; pesadez y monotonía… La pureza y la flexibilidad de la lengua de Terencio le han perjudicado ciertamente, en el espiritu de los clásicos. Terencio. Terencio Áfer fue también un antiguo esclavo, africano y tal vez oriundo de Cartago. Su primera comedia, La Andriana, fue representada en 166 con la aprobación del viejo Cecilio. Era hombre de la más tímida sensibilidad, pero como escritor poseía el arte más reflexivo e impersonal. Sus obras Se nos han transmitido las seis comedias con su “didascalia”, noticia oficial registrada en los archivos, que indicaba el autor y el título, el original griego, la ocasión y la fecha de la representación, el director de la compañía y el actor principal, y el compositor de la música y de los modos musicales. Todos los títulos son griegos. Son, por oden cronológico: La Andriana, El Eunuco, La Hecyra, El Heautontimoroumenos, el Formión y Los Adelfos. Desarrollo de la acción. Las comedias están construidas con gran habilidad en una sola, Los adelfos, el artificio de la contaminatio se resiente, y aun ligeramente. El interés se mantiene hasta el final, pese a algunos momentos de lentitud. La fluidez es tal, que sólo una lectura revela la maestría con que han sido combinadas las escenas de conjunto, en oposición o en correspondencia. La tragedia La tragedia latina sufrió una evolución análoga a la de la comedia: cada vez más erudita y helenizante. Sófocles, Esquilo incluso, más antiguos y de tendencias mucho menos universales que Eurípides, fueron imitados por Pacuvio y Accio. Pero el inconveniente era menor: el público de la tragedia busca un goce más ideal, o convencional, que el de la comedia; y debe aceptar el helenismo en los mitos griegos que se le presentan. El estilo. Aunque aún hallamos en Accio verborrea y monotonía, realizó un esfuerzo considerable para crear en Roma un estilo verdaderamente trágico. En primer lugar por la abundancia de la expresión, pero después de Accio no hubo nadie capaz de continuar, con vitalidad, la evolución de la tragedia latina, aunque se citen los nombres de C. Titio y de C. Julio César Estrabón, que sobrevivió a Accio. La creación de la sátira Durante el último tercio del siglo II nació en Roma un género literario: la sátira. Era un vocablo que se aplicaba a las “mezclas” de todas las cosas: representaciones dramáticas heterogéneas anteriores a la imitación del teatro griego; el espíritu satírico, no es nuevo, ni tampoco su expresión literaria: en el mundo griego, Arquíloco (a principios del S.VII), Hiponacte (a fines del VI), Timón (a principios del III) en sus Sílloi, lo habían cultivado ampliamente; los poetas de la comedia antigua ática, Aristófanes entre otros, se habían entregado a él, en especial en sus parálisis. La evolución de la prosa La prosa latina, bien orientada tras Catón, evoluciona con mayor regularidad que la poesía, aunque con lentitud: su “dignidad artística” no era aún bien apreciada. Los argqueólogos. Hacia finales del siglo, el jurisconsulto y gran pontífice P. Mucio Escévola suspendió la redacción de las actas oficiales llamadas Annales Maximi. Todas las del pasado fueron entonces publicadas, en forma reducida, en 80 libros. A partir de entonces la antigua Roma y sus instituciones anteriores a la influencia griega se convierten en objeto de curiosidad arqueológica. Nuevas tendencias. Dominan entonces dos influencias: el pintoresquismo patético y el racionalismo de carácter científico, alentado en Roma por la actividad, muy reciente, de Polibio. Los autores tienden también a imponerse limitaciones. Los oradores. Entre Catón y los Gracos. Uno de los últimos adversarios de Catón, Ser. Sulpicio Galba, fue el primero en aplicar a la elocuencia latina los procedimientos retóricos de los griegos, la revistió de intencionados adornos y dio paso al patetismo, incluso al de signo más vulgar. Fue enriquecida con el análisis psicológico, y ganó mucho en musicalidad gracias a M. Emilio Lépido Porcina; se hizo más elegante por obra de Escisión Emiliano y su amigo C. Lelio: así la prosa oratoria no cesó de ganar, aun siendo bastante árida e irregular. Capítulo IV La época Ciceroniana La vida de Cicerón (106-43 a. C.) abarca un período de maduración literaria, de una pujanza y de un sabor singulares; pero su obra, ya clásica por la unidad y el equilibrio, sólo revela algunos aspectos. Basta con citar a Lucrecio y Cátulo, César y Salustio, y a Varrón, que mayor que todos ellos, les sobrevivió aún (116-27), para evocar la diversidad, e incluso la lucha ardiente de los temperamentos y de doctrinas que caracterizan este medio siglo. Inestabilidad e individualismo El Estado y la sociedad intentan restablecer el equilibrio perdido a consecuencia de la tentativa de los GRACOS: es necesaria una guerra civil (Guerra Social, 90-SS) para preparar la unidad italiana; y son menester proscripciones y una tiranía (dictadura de Sila, 82-79), para restablecer, aunque por poco tiempo, la autoridad del Senado; y sediciones y golpes de mano para dar al partido demócrata: la efímera dirección de los negocios públicos. Esta inestabilidad asegura el poderío y desarrolla las ambiciones de los grandes señores feudales, de fortuna terrateniente o financiera, un César, un Pompeyo, un Craso. El Senado lo dominan hábiles y ricos abogados, Hortensio, Cicerón, que creen ser dueños de la política. La plebe misma, pobre, holgazana y sediciosa está en manos de agitadores sociales; Catilina, Clodio, Milón. Es la Edad de Oro de lo que los italianos llaman la “virtú”: la expansión amoral de la energía individual. Y los escritores, con una sinceridad apasionada, participan de esta atmósfera de exaltación personal y de lucha. Todos tienden a una perfección clásica, que sería la combinación original del arte griego y del espíritu romano, siguiendo sus propios intereses y sentimientos, se entregan unos al arte, otros, al pensamiento, seguros de sus objetivos, dudando de los medios. Y, mientras la prosa llega a la perfección, la poesía la busca aún. Las contradicciones de la aristocracia En lugar de acercarse al público, los verdaderos poetas sólo pueden dirigirse a la aristocracia, y a una aristocracia discorde consigo misma, romana de fachada, griega en los gustos. Esta aristocracia hipócrita abandona el pasado y reniega del porvenir: no puede, ni nutrir una savia auténticamente romana ni difundir por doquier su cultura helenística. Independencia y modernidad de los poetas Los poetas tuvieron mayor audacia porque, por bueno que fuese el linaje al que pertenecían, no esperaban alcanzar con sus versos, ni méritos ni riquezas. Cátulo y los de su grupo desafían los desdenes de Cicerón: buscan en la mas actual literatura griega, en los alejandrinos y sus supremos discípulos, los atractivos, los encantos y hasta, los diletantismos con que pueden agradar a la sociedad mundana de su tiempo: no sienten ningún escrúpulo en evocar, el juego, la disipación y la galantería, mezcladas aún con rudezas y groserías. Sus irregularidades Sufrieron el vivir en una sociedad, heterogénea y en conflicto consigo misma: y la unidad de sus obras lo ha experimentado. Los poetas de la nueva escuela alimentan un gran desprecio hacia sus predecesores latinos; tienen demasiada prisa, por incorporarse al mundo, donde cada cual mujer u hombre de estado, compone sus pequeños versos para meditar las lecciones de Homero o del siglo V ateniense. La medida entre Oriente y Occidente Estos poetas desprecian la masa y se apartan de los géneros populares: el teatro languidece, a excepción de los géneros vulgares de la atelana y del mimo; la sátira se cultiva aún, pero, en el torbellino de esta vida en que chocan, los ambiciosos se convierte a placer en lo personal y, para actuar con mayor rapidez, se concentra en epigramas mordaces, la epopeya, demasiado actual, toma aires de laudatio parcial, en beneficio de un hombre o de un partido. El pueblo no es romano, ni por raza, ni por afición. Mezcla elementos extranjeros, en especial asiáticos, por la afluencia de toda clase de comerciantes y de aventureros. África y Asia, han de proveer animales extraños, incluso los cultos lejanos, en especial, los egipcios (Isis, Serapis). La poesía de la época refleja de modo muy sobrio, el esplendor oriental, ello obedece a las tendencias de la alta sociedad, helenizada, ya desde hace tiempo. Pero Occidente también empieza a influir en la vida intelectual del Imperio, podría afirmarse que en los Alpes y en el Po, la poesía alejandrina se hizo romana. Y la conquista de la Galia libre por César ayuda a Roma, en un instante crítico, a recobrar su equilibrio entre Oriente y Occidente. La elocuencia y la prosa clásica La prosa ofrece un espectáculo distinto: ha madurado con rapidez y, puramente latina, ha asimilado e introducido en la actualidad de la vida romana, todas las cualidades de la literatura griega. El joven que se dedica a la vida pública, tras una educación muy prolongada; que, al lado de la dialéctica y de la retórica, aborda a la filosofía, las matemáticas, la astronomía, la música, y que por lo general se perfecciona en Grecia (Atenas), regresa a Italia muy helenizado, y ha de hablar, sin embargo, el latín más general o más técnico. Para el abogado la materia es amplia y se renueva sin cesar. Evolución de la prosa Cicerón y César, ya son clásicos, aunque hermanos mayores de Lucrecio y Cátulo. Y Cicerón, lo es por temperamento: mesurado, a pesar de su excesiva sensibilidad, creador de un término medio, entre los extremos políticos. El perfecto equilibrio literario de estos dos hombres no debe engañarnos: una evolución rápida arrastra a personalidades muy diversas, desde la prosa arcaica hasta la sequedad refinada y a veces penosa. La generación en torno al 85,, sufre una doble influencia: se dirige, se dirige, con ideas preconcebidas, por reacción, contra sus mayores, a los preclásicos griegos. La atmósfera intelectual y la filosofía Los discursos de los grandes oradores, son recogidos y publicados por ellos mismos: hacen llegar lejos, bajo una forma espléndida, una cantidad de ideas generales y actuales, que afectan al derecho, a las cuestiones sociales y a la política, Se crea así, una atmósfera intelectual de altas preocupaciones: ello es una condición para el clasicismo. La curiosidad filosófica, es el índice laro. Que Lucrecio se arriesgara a escribir un poema sobre física, con la estructura totalmente lógica, es un signo de su tiempo. Y Varrón, en sus Menipeas, vulgariza de forma cómica los principales sistemas de los griegos. Y Cicerón, en los años de recogimiento en que parece dar cima a su vida política, escribe diálogos en forma aristotélica, Dice que trabaja para el porvenir de la inteligencia romana, concluye una evolución que había llevado al siglo, del dogmatismo autoritario, al probabilismo escéptico. Las preocupaciones técnicas Todos esos escritores tienen inquietudes técnicas; la gramática, y la lengua son el objeto de sus constantes reflexiones y desvelos. Mientras que, hombres como: Varrón, Lucrecio y Salustio intentan conservar el arcaísmo, se entabla una pugna entre los partidarios del libre empleo de las formas (los anomalistas, que no reconocen la existencia de leyes) y los de la analogía, entre ellos César, que controlan las innovaciones del vocabulario de acuerdo con los ejemplos del pasado, Del conflicto se desprende, un ideal: una lengua puramente latina y moderna, que la pueda hablar un senador de rica cultura y buena sociedad, que se enriquezca más bien por figuras de estilo y combinaciones de palabras que por neologismos, con una clara tendencia musical. A la producción Dignidad de la literatura Esta curiosidad artística, común a los “profesionales” y a los mundanos, concede una gran dignidad a la producción literaria. A partir de entonces, hombres de la mejor cuna, a quienes repugnan la inestabilidad y la inmoralidad política (Lucrecio, Catulo), pueden alcanzar la gloria viviendo en el “otium”, es decir, lejos de los cargos públicos. La literatura se convierte en un oficio provechoso, es, al mismo tiempo que las estatuas y las pinturas griegas, el adorno de las casas poderosas, la preocupación de toda la sociedad mundana y el objeto de fervor de todas las personas cultivadas de Roma, Italia y las antiguas provincias. Los progresos de la prosa La evolución iniciada en la segunda mitad del siglo II continúa hasta los inicios del primero, con irregularidades: la historia aún buscaba su perfección, mientras que la elocuencia había llagado a su madurez. Los historiadores Historia animada e historia novelada Celio Antípater y Sempronio Aselión, se afianzan con Valerio y Q. Claudio Cuadrigario. Valerio, se entregaba a una retórica pintoresca y patriótica en exceso, los datos, en especial, los numéricos, se exageraban, hasta lo absurdo. Claudio, por el contrario, no iniciaba su relato hasta la toma de la ciudad por los galos (por falta de documentación anterior), y lo continuaba hasta la muerte de Sila, con una maestría tanto de estilo como de composición. No desdeñaba las narraciones, ni los retratos, ni los discursos, pero les daba una claridad breve, un tanto arcaica, tratando de animar la historia, no de novelarla. L. Cornelio Sisena, se limitó a los hechos contemporáneos; Guerra Social y guerra entre Mario y Sila. Parece haber sentido inclinación hacia la literatura imaginativa, por la exactitud y el gusto por una lengua muy arcaizante, que debía ser muy estimada a los ojos de Salustio. Elio Tuberón, escribió con prudencia y precisión la histaria de Roma, desde Eneas hasta el conflicto entre César y Pompeyo. La erudición La inquietud por la erudición se patentizaba en la historia: C. Lisinio Macer, decía utilizar, en sus Anales, los libri lintci( listas muy antiguas de magistrados, escritas sobre tejido de lino). Las memorias Los hombres en primer plano en la vida política y militar de Roma (Emilio Escauro, Q. Lutacio Catulo, Sila), escribían sus memorias: bajo apariencias de procurar así materiales a la historia, continuaban, en beneficio personal. Mientras tanto Cicerón, César, Augusto, entre otros, recurrirán al mismo procedimiento en verso, en prosa, con inscripciones a lo largo del siglo que se abre, este mismo abuso, como el de la erudición, preparará la eclosión de la historia sintética de Tito Livio. La elocuencia La retórica El arte de la palabra era cada vez más necesario y provechoso en Roma: se impuso su enseñanza bajo una forma latina, sin que por ello los futuros oradores se creyeran dispensados de estudiar los modelos griegos ni de acudir a buscar en el mundo griego una especie de “enseñanza superior “de la elocuencia. L. Plocio Galo, abrió la primera escuela de retórica latina en 94. Los verdaderos oradores, en relación con las causas auténticas, tornaban flexible y rica esta retórica, aprovechándose a la vez del armazón que les brindaba. Cicerón, reconoce entre sus maestros a M. Antonio, quien escribió sobre retórica, pero era notable por sus dones: memoria, porte, intuición psicológica, dominio del auditorio. Y especialmente, L.Licinio Craso; quien parece haber poseído todos los recursos de la palabra: alegría, y solemnidad, mucha flexibilidad en la invención, riqueza y atractivo en su lengua. TODO ELLO LO CONVIERTEN EN EL VERDADERO PRECURSOR DE CICERÓN. Q. Hortensio Hortalo, se abrió paso desde muy joven gracias a la novedad de una elocuencia ampulosa, rica en imágenes, armoniosa y sugestiva: cualidades brillantes de las escuelas griegas de Asia Menor. Sostuvo litigios contra Cicerón, pasado un tiempo los dos rivales se hicieron amigos, pero Hortensio trabajaba menos que en su juventud, y su elocuencia pasó de moda con mayor rapidez que la de Cicerón. M. Tulio Cicerón (106-43 a. C.) Hijo de una familia ecuestre de Arpino, Cicerón, debía llegar, por su solo genio oratorio, al primer puesto del Estado. Su instrucción fue mas amplia de lo habitual en este tiempo: estudió filosofía, que por aquel entonces, abarcaba las ciencias, se interesó por los trabajos de los jurisconsultos y los problemas técnicos de la elocuencia. Pasó un tiempo en Grecia, donde encontró en Molón de Rodas, a un maestro que le ayudó a fijar el tono de la elocuencia: ya podía preverse que el asiatismo pasaría de moda: y la “escuela rodia”, sin renunciar a la brillantez ni a la abundancia, daba a la palabra una apariencia más clásica. De regreso a Roma, Cicderón adquirió reputación y clientela como abogado, tuvo también muy fácil acceso a los honores. El hombre “La correspondencia” Cicerón es la vida misma. La cantidad de trabajo que realizó como, abogado, político, escritor, es inconcebible; y lo hizo en casi todo instante con alegría. Hallaba en su sensibilidad y en su inteligencia recursos que se renovaban, sin cesar. De una inteligencia ávida y dúctil, deseosa de captar todo el helenismo, para darle forma latina y personal; gusta de la “teoría” que clarifica y ordena las ideas, mas introduce en todo en la retórica y en la filosofía. Su correspondencia, es la mejor vía para juzgarle, se conserva el menos la mitad de las que enviara a sus familiares, y a su amigo íntimo Ático. Su naturaleza y variedad hacen de esta correspondencia una rara obra de arte de la literatura universal; su interés histórico, un documento de primera importancia para un período decisivo. Las obras de oratoria Cicerón fue, ante todo, un gran abogado, abogado de pleitos en un principio, y muy minucioso; luego, y cada vez más abogado criminal. Cuando uno de sus clientes tomaba varios defensores, Cicerón se encargaba de las generalidades llenas de patetismo que debían, arrancar la absolución de manos de los jueces. Los principios teóricos de la elocuencia ciceroniana La obra sobre oratoria de Cicerón, consta de cinco principios: La invención; reunía todos los elementos de la causa, narración de los hechos, su empleo en beneficio del cliente y refutación de los argumentos adversos, La disposición; determinaba el orden y la proporción de las partes, La memoria; permitía dominarlas, La elocución; cuidaba de la pureza y adorno de la lengua, La acción; (voz, gestos) ponía, en la obra, con la ayuda del cuerpo, todo el esfuerzo del pensamiento. Su experiencia lo llevó a prolongar y a simplificar el ideal del orador: su misión, según él, sólo consistía, en probar (docere), agradar (delectare) y conmover (movere). La práctica: los dones del orador Es el resultado de una triple elaboración, Cicerón lo preparaba revisándolo a fondo, luego tazaba un plan y redactaba ciertas partes, finalmente lo pronunciaba, teniendo en cuenta todas las impresiones que causaban en él, las actitudes de los asistentes al auditorio. Los tratados de retórica Cicerón tenía plena conciencia de haber conquistado “el reino del foro” y de haber ampliado y mucho, en la práctica, la teoría de la elocuencia, Fundamentó esto, en su obra, De Oratore, constaba de tres libros. Exponía sus puntos de vista acerca de la formación del orador, fundada en dones naturales y en conocimientos adquiridos (filosofía, historia, jurisprudencia). Explicaba cómo deben adaptarse las normas tradicionales acerca de la invención y de la proporción, y cuáles son los secretos esenciales del estilo y de la acción. Los tratados filosóficos Durante el mismo período, en dos etapas, Cicerón se ocupó, aunque con menos interés, de la filosofía. La había estudiado en su juventud en Roma y en Grecia, sobre todo desde su punto de vista de abogado: la sutileza dialéctica de los estoicos, la discusión de las probabilidades, eran un entrenamiento muy útil para un orador. El arte en los diálogos ciceronianos Para dar a sus tratados de retórica y de filosofía una forma más atractiva, Cicerón recurrió de ordinario a la escenificación del diálogo. En principio se inspiraba en Platón, al que admiraba como literato. También tomó rasgos de Aristóteles quien, al dar a la conversación un aire menos flexible y entrecortado y conceder una gran extensión a las largas exposiciones dogmáticas, brindaba un modelo más fácil, en especial para un divulgador temprano. El humanismo ciceroniano Es sin duda uno de los más grandes escritores de todos los tiempos: la prosa latina alcanzó una madurez en sus manos, y fue capaz de expresar todos los tonos y matices. Trabajó con amor y con ímpetu. Hizo a su espíritu depositario de toda, su riqueza. Fue un auténtico romano, poseído de su dignidad, amante de su familia, de sus amigos, del orden público, de la majestad de su patria, pero más italiano que romano por la dicha de vivir, la viveza de las impresiones, la ductilidad intelectual y el sentimiento estético, un humanista del espíritu más generoso y la voluntad más comprensiva: helenista seguidor de la naturaleza, enamorado de toda razón y de toda nobleza, persuadido de que debía trabajar por el bien de los hombres, fue y sigue siendo un puntal del pensamiento y expresión de Occidente. Lucrecio (¿98? – 55 a. C) No se sabe mucho de T. Lucrecio Caro. Al parecer, según, lo recopilado por San Jerónimo, era de buena familia, escribió De Natura Rerum, durante una crisis violenta, se suicida a la edad de cuarenta y cuatro años. Física y moral El poema Sobre la Naturaleza, expone la física epicúrea, pero con una intención moral. Epicuro proponía como idea del hombre, la serenidad de la dicha: el alma lograría la paz al representarse el mundo libre de toda fuerza sobrenatural y regido por leyes inquebrantables: mortal, y no teniendo miedo alguno a los dioses, ni a la vida futura. Lucrecio, no ignoraba en modo alguno este orden de valores: su análisis psicológico, penetrante, amarga, revelaba una desmoralización profunda, llena de pasiones febriles, en la sociedad de su tiempo, veía a los propios epicúreos, que abundaban en la alta sociedad romana, excesivamente inclinados a los goces materiales e inquietos entre una cierta incredulidad y sus prácticas supersticiosas. Resalta, con fuerza el contenido moral de su obra. Orientación del poema A diferencia de Epicuro, Lucrecio siente la pasión de la verdad científica en sí misma. Habiendo tomado por tarea la exposición de un sistema de física. Ciencia y filosofía Las ciencias físicas en la Antigüedad, no disponían de un método de experimentación que aislara los fenómenos y, tratando de reproducirlos en circunstancias diversas, permitiera conocer mejor sus causas y sus acciones. Procedían por observación, aproximaciones, analogías y deducciones lógicas. Lucrecio reunía, las cualidades del sabio: objetividad y agudeza en la observación de los hechos, flexibilidad y riqueza de puntos de vista; fuerza y sagacidad, en la deducción lógica, el prurito de la originalidad, que impulsa la investigación; y el de la claridad, que únicamente se satisface con ideas puras. Su objetivo es, ante todo, filosófico: quiere demostrar que un espíritu reflexivo, si adopta la teoría atómica, encontrará siempre explicaciones naturales a los hechos en los que el vulgo ve la temible intervención de los dioses Este escritor se destacó, por su realismo e imaginación, pues todos sus sentidos captan el universo hasta en sus más pequeños detalles. Puede hallarse en él, sensibilidad y pasión imprime su personalidad en su poema, aunque surge una contradicción, entre su sensibilidad elegíaca y una voluntad científica autoritaria. Sin dudas, no existe un poema científico más bello que el De Natura rerum, aunque para juzgar mejor deberían verse los de los antiguos filósofos griegos, que al parecer superaban a Lucrecio, en serenidad, pero nunca en entusiasmo científico ni en sinceridad. Comprende en un todo el movimiento de la Naturaleza universal. La poesía innovadora Lucrecio, agradó a Cicerón, por el carácter tradicional y clásico, de su arte. Aunque algunos jóvenes poetas de la época, rompían con lo establecido. Estos innovadores se proponen sustituir los largos poemas impersonales, que encuentran afectados y llenos de “clichés” convencionales, por piezas cortas, cuidadas, individuales en el sentimiento y en el arte, que se imponen incluso a las refinadas por la originalidad de la presentación. El antiguo y el nuevo “estilo alejandrino” Ello significa emprender bajo su propio riesgo el movimiento de reacción contra el clasicismo que, en el mundo griego, se había desarrollado en el siglo III y que había encontrado su centro en Alejandría, en Egipto, donde el Museo y la Biblioteca de los Tolomeos agrupaban a sabios y escritores de todas las procedencias: de ahí el nombre de “alejandrino”, que se da a este movimiento. Catulo(8- 54 a. C) Procedía de una excelente familia de Verona. Llegó a Roma y se consumió entre estudios y placeres. La obra: la sociedad catuliana Escribió composiciones de inspiración personal en que se pintan, bajo formas muy diversas, la pasión, las amistades, los odios del poeta- las composiciones líricas de carácter semirreligiosos, los poemas cultos de marcada inspiración alejandrina. La sociedad se ve representada, en cuanto a la literatura, por jóvenes ardientes, curiosos, y alegres, estetas a un tiempo, que unen a ellos los fines “del arte por el arte”, la disipación mundana y la vida sentimental más agotadora . Se retan, se invitan, siempre con la misma viveza pasional, ya se trate de literatura o de amistad de confidencia íntima. Catulo, parece haber pasado, de lo uno a lo otro. El equilibrio clásico Catulo imitaba a Homero, Píndaro, y los líricos de Lesbos: Alceo y Safo.. Es muy frecuente que hasta en sus poemas más artificiales, además de los rasgos de su sensibilidad y vigor naturales, hallemos una simplicidad llena de grandeza. Ésta combinación será característica del clasicismo latino Lengua y versificación Catulo, modifica su lengua, según los géneros que trata. Los de la epylla, cuidada, helenizante, aunque sin mucha amplitud, dista mucho de poseer las cualidades épicas que, con todos sus convencionalismos, nos ofrece Lucrecio. La versificación es flexible y variada y no emplea las licencias arcaicas. La nueva prosa. La historia Los neoáticos El movimiento encaminado a lograr el helenismo más puro tenía lugar entre los prosistas, en parte por oposición al género ciceroniano. Los innovadores encontraban en Cicerón una abundancia vana y un abuso en los adornos; signo, a su parecer, de decadencia y pretendían tomar por modelos a las primeras figuras de la prosa ática; Lisias, por ejemceplo. C. Licinio Calvo (82-47) Calvo parece haber sido el más notable de estos jóvenes oradores. También poeta y uno de los íntimos de Catulo. Cicerón, que hubiera querido dominarlo, reconocía, a pesar suyo, su cuidado estilo y profundidad; le reprocha su excesivo trabajo de detalle y su falta de vigor. César(101-44 a. C.) C. Julio César, no es un hombre de letras, sino un político ambicioso dotado de todo el refinamiento aristocrático de una antigua familia y de una inteligencia personal fuera de lo común. Actividad Intelectual de César Su clarividencia y flexibilidad espiritual permitieron a César abordar a la vez las más diversas tareas. Y no se diferencia mucho de esos jóvenes de noble cuna como Calvo y Catulo, para quienes la vida mundana tiene exigencias, literarias y corteses. Las obras de César que realmente ocupaban el primer rango: sus discursos, por su pulcritud, pureza de la lengua y naturalidad. Los Comentarios, lo único de lo que se tiene registro en la actualidad, trata el tema de la guerra de la Galias, en siete libros. Para Cicerón, estos comentarios ocupan el lugar de una obra histórica. Creó un estilo histórico que será, por ejemplo, el de Voltaire. Las cualidades dramáticas, en estas ocasiones se pone de manifiesto el poder de su imaginación dramática y descubrimos un arte muy consciente, aunque sobrio, en las representaciones; arte ático más bien que romano por la discreción de los procedimientos, que no permite desliz alguno a la narración. Los discursos, no prescinde del procedimiento, utiliza el estilo indirecto, que reproduce el pensamiento sin tratar de transcribir los mismos términos del orador. En los instantes patéticos, no prescinde del estilo directo. La ciencia y la erudición La curiosidad por las ciencias responde a ciertas tendencias del mundo griego alejandrino. Los romanos aportan su avidez enciclopédica, en la que se manifiesta, más que el espíritu científico, el deseo un poco bárbaro de lograr una utilidad inmediata. Llegaban a los conocimientos a través de los sistemas filosóficos griegos, que los deforman, con preocupaciones morales, muy latinas, pero extrañas al objeto de la investigación. La gramática progresa, gracias a: ATEYO PRETEXTATO, llamado “el filólogo”, consejero de Salustio. Varrón (116-27 a. C.) M.Terencio Varrón, de Reata, en la Sabinia, pertenecía a la gran burguesía conservadora. Varón honrado, ilustre por su sabiduría, le propuso a César crear la primera biblioteca pública. Obras; gran lector y escritor infatigable, escribió sobre los temas más variados; poemas, obras de filosofía, biografías, cuadros históricos, compilaciones arqueológicas, tratados de historia literaria y de “gramática”, tratado de agricultura, etc. Tiene en cuenta los temas catonianos (dignidad del trabajo de los campos, grandeza y poesía de la agricultura italiana, salud de los campesinos). El teatro El teatro, el orgullo, del siglo pasado, atravesaba una grave crisis. Los clásicos de la tragedia, Pacuvio, Accio, eran repuestos de ordinario en la escena; pero se hacía necesario, para conseguir el éxito, revestir las representaciones de una pompa completamente externa, y sabemos por Cicerón, que había que defenderlas contra el desdén y el olvido. La comedia trató una vez más de volver a la comunión con el pueblo, a través de la atelana y el mimo; y una vez más fracasó. El clasicismo latino El clasicismo es un equilibrio, de pensamiento de sensibilidad y de forma que asegura a la obra de arte un interés humano y una difusión universal. Sus autores más representativos fueron Virgilio, Horacio y Tito Livio. De la República al Principado Estos autores fueron contemporáneos a las últimas convulsiones de la República. En el 52 Pompeyo se proclamó cónsul único; en 49 empieza la guerra civil; en 44 César cae asesinado; tras un período de desórdenes inauditos, Octavio no logra dominar todo el occidente hasta 36 y no acaba con Antonio hasta 31. La violencia de los conflictos y la magnitud de los desastres, unida a la tensión misma de las energías individuales, daban un gran realce al valor de los ideales en pugna. Para los tres autores fue provechoso haber vivido la potente crisis febril de una República prácticamente ilusoria antes de conocer el tranquilo esplendor de la Paz Augustea.: consumaron en sí mismos el equilibrio nacional entre el pasado el futuro. Octavio les ayudó a reafirmar la unidad italiana, oponiendo la supremacía de Roma y de Italia por sobre las provincias.: la restauración de los antiguos cultos, la defensa de la moral de los antepasados y el respeto de las apariencias políticas. De la protección privada al mecenazgo Las condiciones sociales fueron favorables para el desarrollo del arte que tendía a convertirse en un negocio de estado. Es reveladora la historia de las bibliotecas públicas. La reproducción manuscrita de los textos hacía difícil la y onerosa la formación de una biblioteca por un particular. Los romanos imitando a los griegos organizan bibliotecas para uso de todos. César creó una pública a ejemplo de la de Alejandría y nombró a Varrón director de la misma, en el 39 Asinio Polión fundó otra cerca del Atrio de la Libertad; Augusto crea después la Octaviana y en el 33 la Palatina. Asinio Polión, protector de Virgilio, admite al público en sus colecciones de arte; lanza las lecturas públicas, en las que el autor recita ante los invitados la obra aún inédita. Además se conserva la tradición de los círculos literarios y de las protecciones aristocráticas: Mecenas al acoge a Virgilio y Emilio Macer, Valgio Rufo y Cornelio Severo. Los escritores en el estado En la nueva Roma se reserva un puesto oficial a los escritores. Los poetas son invitados a colaborar en los ornatos de cultura en los que un particular contando con los recursos del estado, llama al pueblo entero a participar en los gustos refinados de la antigua aristocracia, Horacio escribe el canto para los Juegos Seculares; Virgilio, en La Eneida, confunde las tradiciones de Roma con las de la familia Julia. Literatura nacional Las Bucólicas de Virgilio, escritas para un círculo mundano so acogidas con aplausos en el teatro; Las Sátiras de Horacio alcanzan una gran venta, hay librerías como las de los hermanos Sosia que lanzan las novedades a la publicidad. Las Sátiras y Las Epístolas de Horacio muestran también como la filosofía griega se romanizó, a partir de Lucrecio, y a través de Varrón y Cicerón. Más compleja, la Eneida es por excelencia el poema de la Italia romana y el paralelo de la Historia de Livio. Evolución y madurez de la poesía Virgilo y Horacio toman por primeros maestros a Catulo y a los de su grupo, también aprovechan a los “antiguos” cuyo sabor romano place a su nacionalismo. Además de tomar a los grandes clásicos griegos: Hesíodo, Homero, Alceo, Safo, Arquíloco. Esta combinación de modelos tan diversos evoluciona paulatinamente. Las Bucólicas, Las Geórgicas, La Eneida y Las Odas son distintas de sus modelos griegos pero a la vez son clásicas, caracterizan su tiempo y logran ser universales. El fin de la prosa clásica Casi oratoria en su totalidad, pone su más especial empeño en los discursos, que el historiador atribuye a sus personajes; al menos en ello se evidencia una evolución: breves en general, sus rasgos, su mordacidad son algo nuevo y vivaz. Los poetas contemporáneos representaban una alianza más natural entre el arte y la vida. Virgilio 71 o 70-19 a.C El padre de Virgilio procuró dar a su hijo la más esmerada educación. A los doce abandonó su Mantua natal para ir a estudiar a Cremona, Milán y finalmente Roma. Encontró un sostén moral en el epicureísmo que enseñaba Sirón a la vez que escribía y frecuentaba los círculos literarios de Roma. Hacia 44-43 de regreso en su país natal daba muestras de su originalidad en el círculo culto del que se rodeaba Asinio Polión. Sus Bucólicas causaron asombro por su apariencia rústica y agradaron por su delicadeza mundana. En el 44 la amistad de Galo le facilitó el acceso hasta Octavio y su ministro Mecenas. En el 39 publica Las Églogas, del 39 al 29 compone Las Geórgicas. Luego se entrega a la poesía épica con La Eneida que le ocupa diez años. Muere en el 19. El ambiente poético Una colección bajo el nombre de Appendix Vergiliana tal vez nos conserve obras de su juventud; aunque su atribución escapa a una demostración cierta. Al igual nos permite formarnos un concepto del ambiente en que se formó Virgilio. La originalidad de Virgilio Virgilio aparece ligado al estilo alejandrino poscatuliano. Los clásicos griegos y latinos nutrieron su inspiración, desarrollaron su imaginación y lo introdujeron en tareas más amplias alejadas de los principios del estilo alejandrino. Las bucólicas Diez poemas de los que el más largo cuenta con111 versos, alternando entre dialogados y narrativos, constituyen Las Bucólicas. Los encuentros de pastores desafiándose en los torneos de improvisaciones poéticas en cantos alternados, permitían además al poeta multiplicar y variar las impresiones. Virgilio leía a los clásicos: Homero, Hesíodo, Ennio, Lucrecio. Sus temas preferidos eran el análisis psicológico de la pasión, la mitología, la cosmogonía semicientífica y sobre todo una poderosa aspiración a la paz, que se observa en el derroche del acento nacional y el tono épico. Las Geórgicas Tuvo la idea de combinar, en un poema de unos 500 versos, los preceptos rústicos, muy primitivos y en especial referentes al cultivo de los cereales, que Hesíodo había puesto en verso sin gran orden en Los Trabajos y los días. Prefirió la yuxtaposición de detalles a una construcción orgánica y las impresiones diversas que se atraen o se oponen de modo variado y polícromo. Resulta de ello una super abundancia de vitalidad, que evoca, gentes, paisajes y animales. Progreso de la imaginación Virgilio ve ahora la naturaleza con mayor potencia: recoge las oposiciones y relaciones íntimas entre ella y el trabajo humano. Ampliación de la sensibilidad La sensibilidad de Virgilio, se vuelve cada vez menos egoísta. Se une a los campesinos, aspira a guiarles y a ennoblecerles al hacerles apreciar se regocija en su fuerza y en la sana belleza de su labor. Se extiende sobre los animales, que no interesan sólo por su gracia externa, sino que son comprendidos en lo oscuro de su alma., hasta las plantas mismas son animadas. Problemas sociales El interés por los campesinos, la certeza de que en ellos residía la fuerza de roma y el amor por la tierra italiana no eran cosas nuevas. En las Geórgicas: Virgilio supo conferir a esas ideas y sentimientos un contenido universal en el que la naturaleza y los hombres son héroes. Octavio y Mecenas no creerían sin duda que las geórgicas iban a restituir la plebe urbana a la tierra. Virgilio en su deseo de paz rústica, sueña con ellos una nueva sociedad de unión nacional y trabajo organizado bajo un caudillo venerable: Octavio. La Eneida Una evolución natural había llevado a Virgilio hasta el umbral de la epopeya. Deseaba combinar la belleza griega y el espíritu nacional romano y servir a la gloria de Augusto. Virgilio, trazó pues, el plan de una Eneida en doce cantos, una especie de Odisea seguida de una Ilíada. La Eneida posee un vigor en la expresión que es muy difícil de encontrar en las epopeyas cultas. Numerosos indicios literarios y arqueológicos revelan la rápida popularidad del poema. Homerismo y alejandrinismo Su conocimiento de los poetas griegos y latinos quedó organizado aunque el uso frecuente de Homero puede parecer inconveniente en algún pasaje; Virgilio no se limita a tomar de él una multitud de episodios sino que en todo momento le arrebata versos con una pasión febril. Homero impuso al arte alejandrino una ponderación llena de grandeza; y Virgilio añadió toda su fortuna de inteligencia y de sensibilidad. La novela y la tragedia Novela de aventuras, de amor y de guerra, elaborada con vistas al efecto, la Eneida no da la impresión natural de los poemas homéricos. Virgilio estabilizó su poema al insertar verdaderas tragedias: las del amor pasional entre Eneas y Dido, la política matrimonial de Latino entre Eneas y Turno, la amistad de Niso y Eurialo, sin contar algún episodio construido de acuerdo con la técnica aristotélica del teatro, con exposición, peripecias y desenlace. Virgilio supo dar a sus escenas de tragedia una expresión retórica llena de belleza. La historia y la actualidad La Eneida aportó una singular intuición histórica en la descripción de esa Italia aún bárbara en la que empiezan a penetrar algunos elementos griegos y orientales. Es histórica también la importancia que atribuye al predominio del carácter itálico sobre los influjos civilizadores. La poesía se le muestra mejor a su temperamento en los símbolos más secretos. Ética y sensibilidad Virgilio había logrado las condiciones básicas de la epopeya: extensión narrativa, magnitud heroica, interés nacional. Virgilio propone a la reflexión un ideal superior: las familias predestinadas, los hombres fuertes, sencillos y piadosos, a los que Roma debe su grandeza, aportan al mundo mediterráneo, embellecido por los griegos, el bienestar de una organización estable y pacífica. El arte alejandrino permitía al poeta épico intervenir en algunos momentos de su narración. La fama de Virgilio Tan pronto como apareció La Eneida, Virgilio se vio consagrado como poeta nacional, equiparable a los más grandes entre los griegos. Su sensibilidad es tan rica que le gana sin cesar nuevos adeptos. Ningún latino ha ejercido una influencia semejante. Horacio 65-8 a.C. Nace en Apulia, realiza sus estudios en Roma y luego en Atenas. Virgilio y vario lo presentan a mecenas en el 39. Muere pocos mese después de étse . Las obras Las obras de Horacio fueron clasificadas muy pronto con títulos distintos, de 41 a 30, Los Épodos, poemas cortos de tono violento o sarcástico y dos libros de Sátiras, tres libros de Odas líricas y dos de Epístolas. En su conjunto la vida del poeta se manifiesta como una evolución de la sátira personal a la filosofía moral, en un sentido; y en otro, la adopción de la tarea de dotar a roma de una obra lírica completa: familiar, religiosa y nacional. La influencia de Arquíloco y de Lucilio Horacio trató de imitar la audacia de Lucilio llamando por su nombre a las personas que atacaba, imito al poeta griego Arquíloco cuyos yambos virulentos ofrecían un modelo más breve, más artístico, nuevo en Roma. La nueva sátira: charla y diatriba moral Al inspirarse en discusiones libres en las que ciertos filósofos griegos, en especial los cínicos, iniciaban en las cuestiones morales, de modo animado, a auditorios populares, convirtió a la sátira en una charla, cada vez más dramática, entre interlocutores anónimos. Aunque vivos, con cambios bruscos de puntos de vista, una mezcla de generalidades, de esquemas pintorescos, de inicios de diálogos, de fábulas, de confidencias y de reflexiones personales, que elimina toda monotonía de la perpetua repetición de temas previstos. De la sátira a la epístola Horacio no había creado el género: pero enriqueció los chistes conocidos en roma bajo ese nombre dándoles un contenido didáctico y engalanándolos con todos los atractivos de gracia, inspiración, humor, urbanitas, de la que esta llena ya la correspondencia de Cicerón. Socialmente, estas epístolas recogen los inicios de una nueva aristocracia y al mismo tiempo tratan de orientarla. Los “Sermones” literarios; “El Arte Poética” En su conjunto se trata de una pugna entre antiguos y modernos, sostenida por un moderno. Horacio no salva a ninguno de los antiguos poetas de roma, ya se trate de Plauto o de Catulo y critica a fondo a Lucilio. Horacio insiste en su papel social de poeta, en la importancia y en la dignidad de su labor. Exige de él cualidades morales y un escrúpulo técnico absoluto. Los temas líricos Encontramos composiciones mitológicas y personales; paisajes y reflexiones filosóficas; esquelas a amigos, que nos recuerdan las Epístolas; frases maliciosas, consejos o confidencias, que las relacionan con las Sátiras. Otras nos ponen de manifiesto a un Horacio amante del arte, muy sensible a las formas, a los reflejos, a los colores, sin otra emoción que la estética. Cuando pone en escena mitos, añade como los griegos, un simbolismo moral con mucha frecuencia, por doquier aparece la imitación culta y el recuerdo de los griegos. Las odas nacionales En las Odas Horacio no cesó de apoyar las intenciones religiosas y morales de Augusto, sobre todo en la medida en que aquellas se ajustaban a su propio deseo de orden y de tranquilidad y a su filosofía de buen sentido y moderación. El clasicismo de Horacio Posee una mesura totalmente helénica, es la expresión de un temperamento de artista, muy fino, sensual y delicado a la vez, muy equilibrado. Horacio debía agradar a una sociedad aristocrática desengañada tras las guerras civiles. Aunque su expresión no tenga el íntimo tono cálido de Virgilio, es un modelo mucho más accesible de gusto y sensibilidad. Tito Livio (64 o 59 a.C. 17 p.C) Nació en Padua, Venecia. Se consagró por entero a las letras. Retórica, diálogos filosóficos, pero sobre todo su historia de Roma, obra inmensa en la que trabajaba ya en 27 y que le ocupó hasta su muerte. Fue el más indicado para trasmitir a la edad imperial una imagen auténticamente nacional de la antigua Roma. La historia de Roma Los 142 libros de la historia de Roma aparecieron desiguales. La división por décadas pareció muy pronto la más indicada. Por su propia extensión era difícil multiplicar los ejemplares manuscritos en su integridad. Su concepción El fin de las guerras civiles primero, junto con el advenimiento de Augusto, marcaron la época. Las ideas matrices del nuevo régimen tendían hacia una concentración nacional y a una restauración de la antigua moralidad. Los votos ardientes de Cicerón en pro de una historia nacional que reuniera todas las cualidades de la elocuencia y ciertos encantos de la poesía debían decidir a un escritor consciente de sus fuerzas y ávido de gloria a emprender esta colosal tarea. Las dificultades Tito Livio sospechaba que toda la historia de Roma era una trama de narraciones fantásticas, sabía que toda la documentación había tenido que desaparecer y que los archivos privados eran de difícil acceso. Evolución literaria de Tito Livio Pensaba con Cicerón que la historia debía ser obra oratoria y la tarea que se había impuesto la asociaba a la idea de un largo desarrollo regular y majestuoso. Su estilo es periódico. Ofrece una extrema variedad de ideas y enormes riquezas estilísticas bajo la apariencia de monotonía. La lengua empieza a aceptar una gran cantidad de expresiones antiguas o poéticas; las metáforas son frecuentes, vivas y atrevidas; las comparaciones aparecen a veces desarrolladas plenamente. El relato épico Tito Livio llegó a enlazar narraciones hasta realizar conjuntos cada vez más vastos, amplios, sin dispersión. Logró entonces una narración épica, casi homérica, de un curso regular, ininterrumpido, en que las propias monotonías se armonizan con el tono general. La psicología Tito Livio se interesa por los factores psicológicos de la historia. Gusta de concentrar la luz sobre figuras lo bastante representativas cono para indicar las tendencias ya del pueblo romano entero. La originalidad más sorprendente la reveló en la evocación de las emociones colectivas, en los movimientos de las masas. Su psicología es de un carácter muy general, pero casi infalible dentro de esos límites, presentando trazas de verosimilitud. El contenido didáctico Trazó el esquema del romano ideal, heroico, laborioso, tenaz, amante de la justicia, arquetipo que se había formado principalmente entre los siglos IV y II, imagen que su psicología sutil convierte prácticamente en verosímil y cuyo fervor patriótico eleva como símbolo y premio de la perseverancia y de la eternidad de roma. Conclusión Luego de presentar los rasgos más sobresalientes de cada autor y situarlo históricamente, estamos en condiciones de no poder negar la importante influencia griega sobre los autores romanos. Pero podemos decir que ellos han tomado rasgos y los han hecho evolucionar creando estilos propiamente latinos. Bibliografía Jean Bayet. Literatura latina. 1981. Seix Barral.

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