miércoles, 24 de julio de 2013

CICERON

INTRODUCCIÓN De ningún otro personaje de la Antigüedad se posee un volumen tal de información, como de Cicerón y posiblemente sobre ninguno se ha escrito tanto como sobre él desde el Renacimiento hasta la actualidad, conformando una bibliografía inabarcable. Esa información no sólo procede de historiadores que se ocuparon de la época en que él vivió o que escribieron su biografía, sino que, sobre todo, deriva de la propia obra ciceroniana, que se conserva en su mayor parte gracias a la fama de la que gozó durante siglos y que impulsó la transmisión de sus textos a través de los copistas medievales hasta nuestros días. Este es el elemento que diferencia a Cicerón de todas las grandes figuras del mundo antiguo. Conocemos a través de su prolífica obra literaria al inquieto intelectual que era Cicerón, al gran amante de los libros y de las bibliotecas, dotado de un saber casi enciclopédico que le impulsaba a escribir sobre prácticamente cualquier campo del saber humano: tratados de retórica para instruir al buen orador y político; obras filosóficas al modo griego pero en latín, una importante aportación, no sólo para su tiempo, sino también para el futuro en la creación del pensamiento occidental; poemas muy poco valorados en su época; libros que recogen su pensamiento político y sus tesis en torno a la mejor organización de la sociedad. Sus numerosos discursos conservados permiten gozar del privilegio de ver en acción a un gran orador, un maestro de la persuasión, quizás el mejor orador de la época. Esos discursos nos descubren, en los juicios, al abogado defensor inteligente y astuto. Las alocuciones en el Senado o ante el pueblo muestran al político que adapta sus argumentos a la situación y al auditorio, capaz de la soflama encendida contra un adversario, tanto como del alegato de formas suaves en busca de concordia. Pero el elemento distintivo en nuestro conocimiento de la biografía ciceroniana es la preservación de cientos de cartas escritas por el propio Cicerón —en menor medida otras de las que él era el destinatario—, enviadas a amigos, familiares y personajes importantes de su tiempo. Su abundante correspondencia nos permite acceder a los movimientos políticos entre bastidores, lejos de los focos que iluminaban lo que sucedía en la Curia, en el Foro y en los lugares de reunión de las asambleas populares. Pero, por encima de todo, sus cartas hacen posible conocer a Cicerón como ser humano, con sus grandezas y sus miserias: fiel y leal amigo de sus amigos, sin duda una de sus principales virtudes; vanidoso pero inseguro e indeciso, a veces osado, otras medroso y acobardado; hombre que hacía de la razón y de la filosofía su guía de vida, pero que se dejaba arrastrar por las emociones. Desprovisto de la máscara de hombre público, sus cartas nos conceden el inusual privilegio de entrar en su vida privada, en sus gustos y fobias, placeres y desvelos, muy en especial aquellas epístolas que con gran frecuencia intercambió con su fiel amigo, consejero y confidente Tito Pomponio Ático. BIOGRAFÍA (Arpino, actual Italia, 106 a.C.-Formies, id., 43 a.C.) Orador, político y filósofo latino. Perteneciente a una familia plebeya de rango ecuestre, desde muy joven se trasladó a Roma, donde asistió a lecciones de famosos oradores y jurisconsultos y, finalizada la guerra civil (82 a.C.), inició su carrera de abogado, para convertirse pronto en uno de los más famosos de Roma. Posteriormente, se embarcó rumbo a Grecia con el objetivo de continuar su formación filosófica y política. Abierto a todas las tendencias, fue discípulo del epicúreo Fedro y del estoico Diodoto, siguió lecciones en la Academia y fue a encontrar a Rodas al maestro de la oratoria, Molón de Rodas, y al estoico Posidonio. De vuelta en Roma, prosiguió su carrera política, y en el lapso de trece años consiguió las más altas distinciones. Empezó como cuestor en Sicilia en el 76 a.C., y en el 70 a.C. aceptó defender a los sicilianos oprimidos por el antiguo magistrado Verres, para quien sus alegatos (Verrinaes) supusieron la condena, lo cual lo hizo muy popular entre la plebe y contribuyó a consolidar su fama de abogado. Decidido partidario del republicanismo, admitía la necesidad de un hombre fuerte para dotar de estabilidad al Estado, figura que reconocía en Pompeyo; sus simpatías por él, sin embargo, no fueron siempre correspondidas. Su carrera política fue fulgurante: en un año fue elegido edil, en el 66 a.C. pretor, cargo desde el que propulsó un acercamiento entre caballeros y senadores (concordia ordinum), y dos años después obtuvo la elección de cónsul del Senado. Desde esta posición, hizo fracasar la reforma agraria propuesta por Rullo, hizo frente a los populares, liderados por Craso y César, y llevó a cabo una de las batallas más dramáticas y peligrosas de su carrera: su oposición a la conspiración de Catilina. Derrotado en las elecciones, éste se disponía a promover levantamientos para instaurar una dictadura. Los cuatro discursos (Catilinarias) pronunciados por Cicerón ante el Senado a fin de conseguir la ejecución de los conspiradores constituyen la muestra más célebre de su brillante oratoria, de gran poder emotivo. Sin embargo, su actuación acabó por significarle el exilio años más tarde, cuando Clodio, elegido tribuno de la plebe (58 a.C.) gracias a César, consiguió el reconocimiento de una ley que sancionaba con la pena de muerte a todo ciudadano romano que hubiera hecho ejecutar a otro sin el previo consentimiento del pueblo. Tras buscar, sin éxito, el apoyo de Pompeyo, Cicerón marchó al exilio. Regresó a Roma apenas un año y medio más tarde, pero para entonces su carrera política estaba prácticamente acabada, situación que pareció hacerse definitiva con la dictadura de César (48-44 a.C.). Sólo cuando éste fue asesinado, Cicerón volvió a la escena política para promover la restauración del régimen republicano. En un principio, mientras Marco Antonio aún no se había afianzado en el cargo, gozó de cierto poder y consiguió la amnistía para los asesinos de César, pero apenas aquél se sintió seguro, Cicerón se encontró con una fuerte resistencia, a la que hizo frente verbalmente con las catorce Filípicas. En vano intentó entonces aliarse con Octavio, hijo de César, contra Marco Antonio: tras la batalla de Módena, Octavio se reconcilió con Marco Antonio y unió sus fuerzas con las de éste y con el ejército de Lépido para la formación del segundo triunvirato (43 a.C.). Ese mismo año, Cicerón fue apresado y ejecutado. Formado en las principales escuelas filosóficas de su tiempo, mostró siempre una actitud antidogmática y recogió aspectos de las diversas corrientes. La originalidad de sus obras filosóficas es escasa, aunque con sus sincréticas exposiciones se convirtió en un elemento crucial para la transmisión del pensamiento griego. Al final de su De Republica contrasta su probabilismo con una exaltación religiosa de signo neoplatónico. Como literato, se convirtió en el modelo de la prosa latina clásica, con un estilo equilibrado y de largos y complejos períodos, aunque perfectamente enlazados (De divinatione). CONTEXTO HISTÓRICO Antes de exponer el pensamiento político de Cicerón es conveniente describir, las condiciones históricas en que vive el estadista; con el fin de una mejor comprensión de la relación entre la elaboración cicero¬niana y la problemática social a la que pretende dar respuesta. Comenzaremos por la estructura económica, ya que ésta es el núcleo constituyente del conjunto de las relaciones de clases en el que se desenvuelve la sociedad romana. Las relaciones económicas están enmarcadas en el sistema de producción esclavista, teniendo la propiedad un carácter predominantemente territorial y la producción un fundamento agrícola. A estas condiciones generales se le unía otra particular, el dominio de la gran propiedad territorial sobre la pequeña y mediana explotación agrícola como consecuencia del proceso de concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos, en gran medida en poder de la oligarquía patricia. Es por esta razón por lo que la forma esclavista de explotación de la fuerza de trabajo adquirió cada vez un mayor desarrollo, tanto en su empleo privado (productivo e improductivo) como público, como en su extensión fuera de las fronteras de Roma. Esto no se convirtió en un impedimento para que se desarrollaran otras relaciones económicas distintas de las formas dominantes, debido fundamentalmente al fuerte desarrollo del capital usurario y comercial del propio estado romano. La estructura social y el sistema de relaciones políticas de la República estaban fuertemente condicionados tanto por el aspecto anteriormente descrito como por el carácter expansionista y belicista del propio estado. Analizamos brevemente estos supuestos. La sociedad romana se encontraba dividida en: Patricios (patrici), o descendientes de las antiguas gentes. En un principio son individuos con linaje que se regían por las costumbres del derecho paterno (patriarcado), que fijaban que la herencia se transmitía por línea masculina. Constituían la clase monopolizadora de la propiedad de la tierra, (poseían el derecho de servidumbre, clientes o esclavos), detentando de este modo el poder económico y gozaban de ciertos privilegios políticos: derecho al acceso directo al Senado y a las Magistraturas. Plebeyos (hijos de la tierra), o descendientes de la plebe. Son hombres sin linaje y en su origen no tenían acceso a la propiedad de la tierra pública. Sus costumbres eran propias del matriarcado. Formaban un conjunto heterogéneo: propietarios agrarios y urbanos, libertos, proletarios, lumpen, etc. Esclavos. No podían tener acceso a ningún tipo de propiedad. No eran considerados personas sino meros instrumentos de trabajo al servicio de su propietario. Constituía la clase que soportaba el grueso fundamental de la producción de excedente. En tanto “instrumentos” carecían de cualquier derecho político. Esta estructura de clases y el Estado edificado sobre ella fue resultado de un largo y conflictivo proceso que se inicia con el debilitamiento de las relaciones tribales basadas en el parentesco. Lo mismo que los griegos de la época heroica, los romanos del tiempo de los reyes vivían en una democracia militar basada en la gentes, las curias (fatrias griegas) y las tribus nacidas de ellas. La población de Roma y del territorio romano ensanchado por la conquista fue acrecentándose, parte por la inmigración, parte por medio de los habitantes de las regiones sometidas. Todos los nuevos súbditos del Estado vivían al margen de las gentes, curias, y tribus no formando parte del pueblo romano (populus romanus). Estas personas, que formaban la plebe, eran libres pero no podían acceder a ningún cargo público por estar excluidas de todo derecho político. La causa de la caída de la constitución gentilicia reside en la lucha entre los patricios y los plebeyos, que termina con la quiebra del derecho gentilicio -basado en el linaje- y su sustitución por el derecho censitario -basado en la propiedad-, permitiendo, así, el acceso de los plebeyos ricos a los cargos públicos. Lo característico del nuevo estado fue la constitución de una fuerza armada de la comunidad que formaban los ciudadanos y que se oponían a esclavos y proletarios (ciudadanos sin propiedad), excluidos del servicio militar y privados del derecho de llevar armas. La nueva constitución, atribuida a Servio Tulio, creó una nueva Asamblea del pueblo, que incluía o excluía indistintamente a los individuos del populus y de la plebe, según prestaran o no servicios militares. La población masculina quedó divida en seis clases según la fortuna que poseyera. La estructura de la República quedaba constituida de la siguiente manera: El Magistrado supremo, elegido por los cónsules por un período de un año, sustituye al Rex (rey) que centralizaba todo el poder político, siendo a su vez caudillo del ejército, sumo sacerdote y juez supremo. El Senado, integrado inicialmente por los jefes de las gentes (patricios), pasó a estar formado por patricios y plebeyos, según la importancia de su propiedad. La función de esta institución consistía en asesorar a la magistratura y ratificar los acuerdos populares. La Asamblea Popular se desarrolló en tres instituciones: Comicios de las curias (ya existentes en tiempos de la Monarquía), Comicios de las centurias y Comicios de la plebe. Sus funciones fundamentales eran la elección de los magistrados y la aprobación de las leyes. La Magistratura, o cuerpo de funcionarios administrativos y políticos. Estaba compuesta por: cónsules, administradores de justicia, de las finanzas, ostentaban la iniciativa legislativa y era los generales en jefe de las legiones (consulares); pretores, administradores de justicia; censores, confeccionan el censo y vigilan las costumbres; ediles, policía de vigilancia, y cuestores, administradores de la hacienda pública. En resumen, la República se caracterizó por encumbrar en la cima del poder a los grandes propietarios terratenientes y por establecer la división de poderes: deliberativo, legislativo, administrativo, judicial, militar y religioso. Este estado en su vicisitud histórica estaba cimentado en la tradición, el respeto a los mayores, y en la religión, el respeto a los dioses. Las generaciones eran educadas en una doble dirección: en el respeto a la familia (formación del individuo), en donde domina la relación del padre (pater) al cual hay que respetar y obedecer ciegamente; y en la fidelidad a la comunidad (formación del ciudadano), a la cual hay que servir para su mayor engrandecimiento. La religión también ocupó un lugar importante en la formación del ciudadano romano, dado el lugar predominante que ocupaban en los fundamentos del estado Júpiter, Marte y Quirino (trinidad del estado y fuente de la división entre lo lícito y lo ilícito). Esta concepción religiosa tiene su desarrollo en la autoridad y respeto que ejercieron los sacerdotes sobre la sociedad romana: encargados de la ejecución de los ritos, escrutadores de la voluntad de la ley divina, interpretación de los libros bíblicos, etc. Es también importante reseñar las contradicciones fundamentales que se desarrollan en el último período de la República. Una principal y de carácter antagónica, entre esclavistas y sus esclavos, y dos secundarias y no antagónicas: una, la que enfrenta a plebeyos y patricios, y otra la que existe entre los ciudadanos romanos y sus aliados (que no gozaban de los mismos derechos que el ciudadano romano). A la lucha que Roma sostuvo contra las insurrecciones de sus esclavos, se la conoce en la literatura histórica con el nombre de guerras serviles. Es un conflicto de clase con un carácter verdaderamente revolucionario, ya que la propia existencia de la contradicción, el enfrentamiento de los dos polos (esclavistas y esclavos), exige la lucha de los opuestos hasta su eliminación. Este conflicto tuvo su punto álgido en el año 73-71 a. C. Con la rebelión dirigida por Espartaco. Es aplastada definitivamente por Licinio Craso en Apulia, dándose muerte a los dirigentes y haciendo prisioneros a los supervivientes. Las luchas entre patricios y plebeyos son denominadas guerras civiles, por el enfrentamiento entre clases del mismo estado. Es un conflicto en el que se dilucida una mayor participación en la propiedad territorial y un mayor acceso a los cargos públicos. Tuvo como expresiones más significativas: el movimiento reformador encabezado por los Gracos a favor de la reforma agraria; la dictadura de Sila que supuso la restauración del poder del Senado con la publicación de las leyes cornelianas en menoscabo de la Asamblea Popular; y el inicio del período de los triunviratos que se concretó en la abolición de las leyes cornelianas, el restablecimiento del poder de los tribunos y: el reparto de los cargos judiciales a partes iguales entre senadores, caballeros y plebeyos enriquecidos. El conflicto entre el Estado romano y sus aliados, que aspiraban al pleno derecho de la ciudadanía romana, es conocido con el nombre de guerras sociales,. Su punto álgido fue el levantamiento de los itálicos que fundan un estado independiente, con Senado y ejército propio y acuñación de moneda. Concluye la guerra al conceder Roma, en el año 89, el derecho de ciudadanía a todos los itálicos. CRONOLOGÍA 131-121 Intentos reformadores de los Gracos. 111-105 Guerra de Jugurta. 108 Nace Lucio Sergio Catilina. 106 Nace en Arpino (pequeña villa del Lacio) Mar¬co Tulio Cicerón. 91-88 Guerras sociales en Italia. 88-85 Primera guerra contra Mitrídates, rey del Pon¬to. Hecho destacado es el asedio y saqueo de Atenas por parte del general romano Sila. La guerra acaba con la firma de un tratado en¬tre Mitrídates y Sila. 87-83 El cónsul Cinna con la ayuda del general Ma¬rio instaura en Roma el gobierno del partido popular, caracterizado por la persecución sis-temática de los miembros de la nobleza. Ma¬rio muere en el 86 y Cinna es asesinado en el 84. Con el regreso de Sila de Oriente la si¬tuación desemboca en una guerra civil. 86 Nace el historiador C. Salustio Crispo. 83-82 Guerra civil entre el partido aristócrata y el popular. A la victoria de la aristocracia co¬mandada por Sila le sigue una tremenda re¬presión. Segunda guerra contra Mitrídates. 82-79 Dictadura de Sila. 81 Cicerón pronuncia a los veinticinco años su primer discurso (Pro Quinctio). 80-72 Rebelión de Sertorio en Hispania. Vencido por Pompeyo, muere asesinado (72). 75 Cicerón desempeña la cuestura en Sicilia. 74-61 Tercera guerra contra Mitrídates. Supone un nuevo éxito de Pompeyo que la concluye en el 61. 73-71 Rebelión de los esclavos comandada por Espartaco. 70 Consulado de Craso y Pompeyo. Cicerón pronuncia las Verrinas. 69 Cicerón ejerce la edilidad curul. 66 Cicerón desempeña el cargo de pretor. Circulan rumores en Roma sobre un primer complot de Sergio Catilina. 63 Consulado de Cicerón. Cicerón aborta la con¬jura de Catilina y pronuncia las cuatro Catilinarias. 60-53 César, Pompeyo y Craso constituyen el primer triunvirato. 59-50 Campaña de César en las Galias. 58-57 Exilio de Cicerón, acusado de excederse en la represión de la conjura de Catilina. 55-54 Desembarco de César en Britania. 49-48 Guerra civil entre César y Pompeyo. César alcanza la victoria en la batalla de Farsalia. Pompeyo se refugia en Egipto donde muere asesinado (48). 47-44 Dictadura de César. 46 César derrota a los republicanos en Tapso. 45 César derrota al ejército pompeyano de Hispania en la batalla de Munda. 44 Asesinato de César (15 de marzo). El 2 de setiembre Cicerón pronuncia la primera Filípica. 43 Cicerón continúa con la pronunciación de las Filípicas. Marco Antonio, Octavio Augusto y Lépido integran el segundo triunvirato. Proscripciones políticas y asesinato de Cicerón. 42 Los tiranicidas Bruto y Casio sucumben en la batalla de Filipos ante Marco Antonio y Oc¬tavio. 30 Batalla de Accio. Muerte de Marco Antonio y Cleopatra. Comienza el principado de Au¬gusto.

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